El Gobierno parecía hasta hace poco una máquina más o menos engrasada. Pedro Sánchez tomaba decisiones a un ritmo frenético, y aunque había rectificaciones, la sensación predominante no era la de una institución que empieza a verse superada por las circunstancias. Eso ha cambiado en los últimos 10 días, a raíz de las distintas versiones sobre la venta de bombas a Arabia Saudí y la forzada salida de Carmen Montón por su máster fraudulento.

Le gestión de los tiempos llevada a cabo por Sánchez en este escándalo, que eleva a dos los ministros que han abandonado el Gobierno en solo 101 días (todo un récord), ha provocado incomprensión en las filas socialistas. Cuando eldiario.es publicó que Montón pagó su matrícula fuera de plazo, comenzó el curso tarde, apenas asistió a las clases y sus notas fueron manipuladas, el Gobierno optó por un perfil bajo. Nadie salió a defenderla en público. En privado, la mayoría de los dirigentes, tanto en el PSOE como en el Gobierno, apuntaban a la dimisión como única salida. Así que Sánchez, el martes, intentó contra casi todos mantener a Montón. "Está haciendo un magnífico trabajo y lo va a seguir haciendo", dijo. Cuatro horas después, tras revelar La Sexta que su trabajo de fin de máster contenía múltiples plagios, Montón anunció su marcha.

"No entiendo a Sánchez -admite un miembro de la ejecutiva socialista-. Todos pensábamos que Montón no podía seguir y así se le transmitió al presidente. Pero él se empeñó en mantenerla, y solo después de que se publicara que había plagiado la dejó caer. Lo sucedido demuestra que ha desaparecido el papel del partido en el debate político y el control al Gobierno". Otro dirigente se pregunta por qué el líder socialista sostuvo a Montón durante dos días: "Si se dio cuenta de que no estaba cursando el máster como los demás alumnos y le dio igual, es que tiene algo de caradura. Y si no se percató, es que es demasiado ingenua".

Hay otra versión. La trasladan los colaboradores de Sánchez en la Moncloa y consiste en asegurar que todo formaba parte de un plan. "Primero dejas que se explique, para ver si puede revertir la situación. Después la apoyas, pero no de forma contundente, para quedar bien con ella. Aquí también intervienen componentes personales, porque Montón siempre ha sido fiel a Sánchez. Y después, cuando ya has dado estos pasos, fuerzas su dimisión", explicaron estas fuentes. Pero incluso los más ardientes defensores de Sánchez reconocen que su actuación no ha sido bien entendida.

Impuestos y Arabia

La imagen de un Gobierno descoordinado, sin seguridad en sus decisiones, va más allá. Se extiende a las contradicciones en política fiscal, después de que Sánchez anunciara un impuesto al diesel y la ministra de Industria, Reyes Maroto, tachase la medida de "globo sonda". Y pasa, sobre todo, por las distintas versiones ofrecidas sobre la venta de 400 bombas a Arabia Saudí. Defensa anunció la semana pasada que el contrato quedaba suspendido, debido a la implicación de la monarquía de Oriente Próximo en el conflicto de Yemen. Después, cuando Riad expresó su malestar y puso en riesgo un contrato mucho más jugoso para la fabricación de cinco fragatas en Cádiz, el Gobierno abrió la puerta a la venta del material militar. Fuentes de la Moncloa endosaron toda la responsabilidad en Margarita Robles, titular de Defensa, que había decidido la suspensión "sin consultarlo con nadie". El viraje, adelantado por EL PERIÓDICO, se consumó este miércoles, cuando el ministerio de Robles ordenó el envió de las bombas.

Las miradas empiezan a dirigirse a la vicepresidenta, Carmen Calvo. No son críticas muy duras, pero muchos diputados subrayan que ella es la encargada de coordinar al Ejecutivo y piden que se emplee más en esa labor. "Es difícil. Este no es un Ejecutivo al uso. Hay muchas 'estrellas' que son difíciles de controlar. Pero Calvo tiene que hacerlo", resume un dirigente socialista.