Desde antes de las elecciones del 27 de septiembre del 2015, las llamadas "plebiscitarias", el independentismo ha ido readaptando su discurso y sus liderazgos a medida que la realidad iba haciendo inviables algunos caminos y determinados dirigentes. Estas son algunas de las modificaciones que ha ido sufriendo el relato, en cuanto a los horizontes a seguir y sus protagonistas.

La convocatoria misma de las elecciones del 27-S fue el fruto de un largo proceso de tensión. La líder de la ANC pidió a Artur Mas que, a cambio del apoyo de la ANC al sucedáneo de consulta del 9-N (el proceso participativo), este convocara elecciones en dos meses. No lo hizo. Finalmente accedió a hacerlo en un pacto con ERC sobre los presupuestos. Pero el acuerdo incluía renunciar a la lista única... que meses después reapareció para imponerse por parte de Mas y las entidades soberanistas sobre el criterio de ERC.

La declaración… de intenciones

Tras los comicios, poco tardó Junts pel Sí en modificar la famosa hoja de ruta con la que se había presentado a los comicios (un plan para llegar a la independencia en 18 meses) porque el nuevo 'president', Carles Puigdemont, en su primera entrevista en TV-3, negó que el programa hablara de declarar la independencia durante la vigente legislatura. ERC tuvo que recordar lo obvio: que tal declaración sí figuraba en los planes del programa electoral. Finalmente se optó por una solución salomónica y se habló de una "declaración de intenciones".

La vuelta al referéndum

El Govern de Junts pel Sí criticó reiteradamente en el Parlament a los 'comuns' que siguieran reclamando un referéndum pactado con el Estado. Era una pantalla ya pasada, aducía el Govern. Pero cuando la CUP decidió no apoyar los primeros presupuestos de Puigdemont y este convocó automáticamente una cuestión de confianza, el principal argumento con el que atrajo a los 'cupaires' fue el ya célebre "referéndum o referéndum".

Los impulsores de este giro de guion --las entidades soberanistas y la CUP-- obtuvieron al principio rechazos muy sonados en el soberanismo, como el del convergente Francesc Homs, candidato a las elecciones generales: "Cada vez entiendo menos a la ANC".

Los 'consellers' que se van

Previamente a la celebración del referéndum unilateral, el Govern se sometió a una auténtica purga interna. Primero fue cesado de forma fulminante el titular de Empresa, Jordi Baiget, por cuestionar en una entrevista la estrategia soberanista y el papel de Puigdemont. Poco después se fueron el secretario del Govern, Joan Vidal de Ciurana, la 'consellera' de Presidència y portavoz, Neus Munté, y los responsables de Interior, Jordi Jané, y de Ensenyament, Meritxell Ruiz. Todos ellos de forma indisimulada porque no se veían emprendiendo el camino de la unilateralidad.

La apuesta por nuevas elecciones

Llegó finalmente el referéndum y la violenta represión durante la jornada del 1-O. El Govern mostró su satisfacción por haber podido celebrar la consulta y en el soberanismo ya surgieron voces reclamando la convocatoria de unas elecciones. Sería otro giro al 'procés' porque la promesa era la de poner en marcha el resultado de las urnas, es decir, proclamar la independencia en caso de victoria del 'sí'.

Mientras la CUP exigía no demorar en el Parlament la solemnización de la independencia y trabajar para ponerla en marcha, voces de los posconvergentes insistían a Puigdemont en la necesidad de ir a las urnas para ratificar lo expresado por los ciudadanos en una consulta hecha en condiciones extremas de violencia (y sin reconocimiento internacional que diera validez a una posterior declaración unilateral de independencia).

Independencia …y suspensión

Finalmente, el 10 de octubre, con una expectación mediática nunca vista en el Parlament desde la recuperación de la democracia, Puigdemont compareció para anunciar que asumía el mandato del referéndum para llevar a cabo la independencia… y a renglón seguido decidía suspender la aplicación de tal independencia en beneficio de un proceso de mediación internacional entre las partes, el Estado y la Generalitat. Mediación que hoy por hoy no se ha llevado a cabo.

El independentismo sufrió un auténtico 'cocktail' de emociones en cuestión de minutos. Y se intentó compensar el giro de guion con la firma solemne en el Parlament de un documento que proclamaba la independencia de Catalunya. Lo firmaron los miembros del Govern, así como los diputados de Junts pel Sí y la CUP. Estos últimos, junto a las entidades soberanistas, todavía con el rostro claramente enojado por lo dicho por Puigdemont en el hemiciclo un par de horas antes.

La DUI… y todos a casa

El (pen)último giro del guión soberanista y probablemente el más severo volantazo, que ha dejado en 'shock' a buena parte de las bases del 'procés', tuvo lugar el pasado 27 de octubre, cuando el Parlament aprobó finalmente --en una votación secreta y con casi medio hemiciclo fuera de la Cámara en señal de protesta-- una propuesta de resolución que en su preámbulo proclama la independencia de Catalunya y que en la parte dispositiva despliega las medidas a llevar a cabo para implementar el Estado propio. Un día antes, Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones a cambio de que el Estado dejara sin efectos la suspensión de la autonomía.

La declaración de independencia en el Parlament fue un acto tras el cual se desató la emoción en las calles de Barcelona y de buena parte de las ciudades de Catalunya por parte del independentismo. Pero la independencia no se hizo realidad. Ni se arrió la bandera española en el Palau, ni el 'president' ni los 'consellers' tomaron sus primeras medidas como miembros de un nuevo Estado.

Llegó el fin de semana y se paró la actividad institucional. Solo se pudo ver a Puigdemont paseando por Girona con su mujer. Y el lunes siguiente, a media mañana, EL PERIÓDICO avanzó que el 'president' estaba en Bruselas… junto a varios de sus 'consellers', para eludir a la justicia española que estaba en proceso de citar a todo el Govern en la Audiencia Nacional por la declaración de independencia.

Pascal comienza la autocrítica

El 30 de octubre, la coordinadora general del PDECat, Marta Pascal, hizo por primera vez autocrítica sobre las últimas decisiones tomadas por el independentismo, como la proclamación de la independencia de Catalunya en el Parlament el viernes anterior. En una entrevista en TV-3, la dirigente soberanista admitió que quizás se consideró que sería muy fácil hacer efectiva la secesión.

Pascal admitió "una cierta sensación de que esto era 'bufar i fer ampolles' (muy fácil) y explicó que "nosotros hemos hecho lo que tocaba, el hecho de que no hubiera reconocimiento internacional o que por ejemplo los Mossos hayan tenido que seguir a las órdenes del Gobierno del PP ha generado la sensación no sé si de desencanto...".

"Lo que nos ha pasado es que hemos dado por muy fácil algo que quizás no es tan fácil pero que era posible, lo hemos hecho posible; ahora, el Gobierno del PP nos ha puesto una trampa, unas elecciones autonómicas por delante. Un plebiscito que nos interpela", añadió Pascal.

La declaración... simbólica

El pasado 9 de noviembre, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, declaró ante el magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena que la declaración unilateral de independencia había sido "política y simbólica", sin validez jurídica. Los miembros de la Mesa del Parlament declararon que lo que se había votado sobre la independencia formaba parte del preámbulo de las resoluciones, por lo que lo aprobado por la Cámara no tenía valor jurídico, informa Ángeles Vázquez.

La unidad… en tres listas

Tras el encarcelamiento de los dos 'Jordis' (Sànchez y Cuixart), líderes de la ANC y Òmnium, respectivamente) y la de buena parte de los miembros del Govern, el independentismo vuelve mostrar unidad y voluntad de reafirmación cara a las elecciones convocadas por Rajoy en virtud del artículo 155 de la Constitución que suspendió la autonomía de Catalunya. Pero a la hora de la verdad, todas las llamadas a la unidad son inocuas.

Los tres bloques principales del soberanismo, el PDECat, ERC y la CUP, se presentan en listas separadas en unos comicios en los que tampoco está claro si tejerán entre los tres un punto programático común, y qué dirá este texto. Más allá de exigir la retirada del artículo 155 y la salida de la cárcel de los llamados "presos políticos", ¿se defenderá hacer realidad la república? ¿Se apuntará de nuevo la necesidad de un referéndum pactado como solución definitiva? ¿Se marcarán nuevos hitos o se planteará una batalla más a medio y largo plazo?

Puigdemont rectifica

Probablemente quien más ha apretado para lograr una lista única ha sido el 'president' cesado. Finalmente, tras una sesión de fin de semana de conversaciones con la cúpula de su partido desplazada a Bruselas, Puigdemont rectifica y acepta encabezar una lista del PDECat a la que se dará la máxima apariencia de transversalidad y apertura con la incorporación de candidatos independientes, nuevas caras del mundo local y la presencia, eso sí, de los 'consellers' encarcelados y los desplazados a Bruselas.

Más autocrítica

El último giro de guión del independentismo ha sido el pasar de defender con vehemencia todo lo sucedido desde el referéndum unilateral y la proclamación de la independencia, a hacer autocrítica respecto a la no implementación del Estado propio. Una de las primeras en hacer este ejercicio autocrítico ha sido Clara Ponsatí, la 'consellera' de Ensenyament cesada ha admitido: "No estábamos preparados para dar continudad política de forma sólida a los resultados del referéndum del 1 de octubre". También ERC y la CUP han sido autocríticos (y críticos) por la falta de preparación de las estructuras de Estado.

En todo caso se ha aludido a la amenaza de violencia por parte del Estado como uno de los argumentos que llevaron a no tirar adelante la república tras la DUI. De esta autocrítica es posible que salgan los nuevos paradigmas y hojas de ruta --unificadas o diversas-- con las que el independentismo encare una nueva etapa, tras el auténtico Dragon Khan vivido en los últimos años, y en especial en las últimas semanas, en el terreno soberanista.