Álvaro Pérez, El Bigotes, preso en la cárcel de Valdemoro (Madrid) por los contratos de Gürtel con el PP valenciano, se movió ayer martes con comodidad por el Congreso. «Hace tiempo que no venía por aquí. Es un placer. Se está calentito», dijo nada más empezar su comparecencia ante la comisión de investigación por la financiación irregular de los conservadores, a quienes los empresarios, contaría después, «pagaban con alegría y felicidad». Empresarios como Ignacio López del Hierro, esposo de María Dolores de Cospedal, a quien citó expresamente.

Hacía tiempo que Pérez no pisaba la moqueta de la Cámara baja. Condenado a 12 años y medio de prisión por asociación ilícita, tráfico de influencias, malversación, falsedad documental y cohecho, acusado también en otro juicio en la Audiencia Nacional, El Bigotes se ha afeitado el bigote. Ha pasado, según sus propias palabras, de «humano» a «apestado». Pero el desparpajo que le llevó a convertirse en uno de los cabecillas de la trama corrupta asociada a la formación de Mariano Rajoy continúa intacto. Sus pintorescas expresiones, como «atizar» y «soltar el mondongo» como sinónimos de pagar, siguen ahí. También su capacidad para retener detalles.

«La última vez que estuve aquí, en el Congreso, fue con Belén Bajo, entonces jefa de gabinete de Rajoy. Hace 12 o 14 años. Recogimos a Rajoy y nos fuimos caminando a una óptica cercana a cambiarle las gafas. Él tenía entonces unas gafas de plástico amarillentas», recordó Pérez. Fue él mismo quien aconsejó al entonces jefe de la oposición que cambiara de gafas, porque «se le reflejaban las luces de las cámaras». Pero no supo decir quién pagó las nuevas.

LOCUAZ / El expresidente de Orange Market, empresa que organizaba toda clase de eventos para el PP, se mostró locuaz, pero su testimonio apenas contribuyó a arrojar luz sobre el entramado corrupto. «La soledad de la celda me da para analizar muchas cuestiones, pero no las diré aquí porque si no pondríamos esto boca abajo», explicó. Lo que sí dijo El Bigotes, como ya hizo el mes pasado ante la Audiencia Nacional, es que Francisco Camps creó la caja b de los conservadores en la Comunidad Valenciana. Que el PP se ha regenerado poco, porque «hay muchos portavoces jóvenes» pero «cuando emiten un plano general del hemiciclo», él sigue «viendo a los mismos»: dirigentes a los que «habría que fulminar»». Y que Gürtel, en esencia, es la historia de una «injusticia».

«Algún día se sabrá la verdad de Gürtel. Porque yo sería un empleado del señor Francisco Correa [el jefe de la trama], pero hay secretarias que cobraban 1.000 euros y están condenadas a ocho años de cárcel. Hay funcionarios que no conocen ni al señor Correa ni a mí que están condenados a un porrón de años. Y no han hecho nada», dijo. Él tampoco tendría que estar entre rejas. Hay otros que tendrían que ocupar su lugar, explicó. Por ejemplo, Ángel Piñeiro, a quien definió como «edecán de Rajoy». También López del Hierro, marido de Cospedal, secretaria general del PP y ministra de Defensa. Ellos eran «los atizantes». Ellos «soltaban el mondongo».

ELOY SUÁREZ / Fueron tres horas de comparecencia, y todos los miembros de la comisión se cruzaron en alguna ocasión miradas divertidas. Todos, salvo los del PP. El diputado por Zaragoza Eloy Suárez no le hizo ninguna pregunta a El Bigotes, ni siquiera se dirigió a él, optando en su lugar por sembrar dudas sobre el PSOE, Ciudadanos y Podemos.

«Lo triste es que los medios de comunicación no van a sacar nada de lo que ha dicho usted», concluyó Pérez. Antes de volver a la prisión de Valdemoro, se despidió de cada uno de los diputados, salvo de los populares, con un fuerte apretón de manos.