Cuando terminó su comparecencia sin preguntas en la Moncloa, Pedro Sánchez se alejó del atril y mantuvo una breve charla informal. Lo primero que dijo fue «habemus Gobierno». Lo último, «y ahora, a conciliar», una referencia irónica al hecho de que la primera y frustrada votación de investidura tuviese lugar un domingo, víspera de Reyes, y la presentación de su Ejecutivo de coalición con Podemos también se produjese en el último día de la semana. Pero el largo periodo de interinidad política, a raíz de las elecciones del 28 de abril, que tuvieron que repetirse el 10 de noviembre, acaba aquí, con el líder socialista señalando, durante su declaración institucional, que esta será la legislatura «del diálogo social, territorial y generacional» y que el Ejecutivo, el primero de coalición desde la Segunda República, trabajará con «unidad».

«Este Gobierno tiene un firme propósito de unidad. Se va a nutrir de ideas plurales, pero va a caminar en una sola dirección; hablará con varias voces, pero siempre con una misma palabra», dijo. La frase tuvo algo de deseo y algo de advertencia a Podemos, cuyos primeros pasos tras la investidura no han ido acompasados a los del PSOE, al anunciar los morados los nombres de sus ministros y cargos intermedios sin esperar a Sánchez.

«Esta será la legislatura del diálogo. Los ciudadanos nos están reclamando moderación y no crispación. Una España que construye puentes de colaboración y no una España de vetos y rupturas. Hemos tenido muchas durante estos últimos años. Una España de convivencia y no una España de discordia o de sobreexcitación. Nos piden una España cimentada en el acuerdo y no una España abonada al insulto y a la descalificación», continuó el presidente, aludiendo tanto al independentismo catalán como a la derecha española, que anticipan el fin de España por la inclusión de Podemos en el Ejecutivo y la abstención de ERC y Bildu para que todo haya echado a andar. Poco antes de que el presidente pronunciase estas palabras, la formación ultraderechista Vox había reunido frente a los principales ayuntamientos del país a miles de personas para mostrar su rechazo al Gobierno.

Sánchez mandó tres mensajes con la composición de la parte socialista del nuevo Gobierno. Primero, diluir el peso político de Iglesias, al pasar de tres a cuatro vicepresidencias: Carmen Calvo, el líder de Podemos, Nadia Calviño y Teresa Ribera. Segundo, seguir una línea continuista respecto al anterior Ejecutivo, con muchos miembros que repiten, de las ahora vicepresidentas a Fernando Grande-Marlaska, pasando por Isabel Celaá y María Jesús Montero, nueva portavoz. Y por último, una apuesta por la ortodoxia económica y los conocimientos técnicos para tranquilizar a los mercados y a la Unión Euroepa frente a los temores que despierta Podemos, que ocupará las carteras de Igualdad, Trabajo, Consumo y Universidades. Los ministros de Exteriores, Arancha González Laya, y de Seguridad Social, José Luis Escrivá, vienen a jugar esta función.

EL PAPEL DE ILLA / Otra de las grandes novedades es la inclusión de Salvador Illa, secretario de Organización del PSC, como ministro de Sanidad. Pero no solo eso. Durante su charla informal, Sánchez subrayó el «peso político» de Illa, uno de los negociadores socialistas con ERC. El nuevo ministro también intervendrá en las relaciones con el Govern, como lo harán Sánchez, Calvo y el titular de Justicia, Juan Carlos Campo.

Sánchez explicó que no tenía «ningún problema» en verse con el president, Quim Torra, antes de que se reúna la mesa de negociación entre Gobierno y Generalitat, cita que según el pacto con los republicanos deberá tener lugar 15 días después de la formación del Ejecutivo.

Mañana se reunirá el nuevo Consejo de Ministros que, según fuentes socialistas, aprobará la subida de las pensiones y del salario de los funcionarios. Pero Sánchez evitó confirmarlo. «Ya veremos», dijo.