ERC tenía un problema serio de credibilidad. Tras abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez en julio y, sobre todo, arrogarse, ante PSOE y Unidas Podemos, el papel de partido razonable que les empujó a un pacto que al final fue imposible, el mensaje tras el 10-N de oposición a la investidura del socialista fue tomado con sordina tanto en Madrid como en los cuarteles generales de JxCat. Ante esto, la dirección republicana pergeñó una validación de la militancia a sus postulados en un claro mensaje de esto va en serio: O el PSOE se mueve o no habrá investidura.

La jugada ha surtido efecto. Tras una primera impresión errónea, el PSOE, seguramente bien orientado por los propios republicanos, se pusieron manos a la obra. Esta semana empiezan las negociaciones, con unos equipos ya definidos.

La presión remite

En Cataluña, el #PressingERC, el discurso que acusaba a Esquerra de autonomista y de estar entregada al PSOE han remitido y hasta JxCat, que siempre ha abogado por el 'no' a Sánchez reclama, también, que el socialista les haga un poco de caso. Amparados, bien es cierto, en el sentido común que impone que lo lógico sería que el presidente de la Generalitat tuviera contacto fluido con el inquilino de la Moncloa.

Así, desde las nueve de la mañana hasta las 20.30 horas la militancia de ERC podrá responder a la alambicada pregunta que ha preparado la dirección: "Estás de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?".

Seguramente el martes, los equipos negociadores de ambas partes se sentarán ya a buscar una vía que permita la investidura. Ello solo pasará, mantienen los republicanos, si los socialistas, ya como Gobierno, se mueven para abrir una negociación de igual a igual con el Ejecutivo catalán. Sin líneas rojas (como la autodeterminación), con un calendario preestablecido y mecanismos que garanticen el cumplimiento de lo que se pacte.