Esquerra rompió ayer el guion de los últimos meses, en un avance del cambio de etapa -la que se inició el 1-O y acabará con la sentencia del juicio del procés- que se avecina. El presidente del Parlament, Roger Torrent, el republicano con mayor rango institucional, lanzó la primera propuesta definida sobre cómo superar el conflicto entre Cataluña y el Estado. Un plan, detallado en Madrid, que pasa por negociar «un pacto de claridad para celebrar un referéndum». La reacción del Gobierno fue la esperada, es decir, ventilar la propuesta con una frase del aún ministro de Exteriores, Josep Borrell: «No sé cuántas veces hay que repetir la evidencia. No existe posibilidad constitucional alguna de celebrar un referéndum de secesión».

Pero de la conferencia de Torrent en el Fórum Europa seguramente cabe reseñar más la música que la letra. Desde la misma invocación de la «claridad», concepto utilizado en el contencioso entre Quebec y Canadá. Nada de veleidades balcánicas. La propuesta de ERC tiene vocación de quedarse en barbecho hasta que se den las circunstancias, es decir, tras una investidura, que permitan recuperar sobre todo su espíritu. Para empezar y para deshacer entuertos derivados del momento elegido por Torrent para lanzar su plan, la aportación republicana no se vincula a la investidura de Pedro Sánchez. No es una condición negociadora.

EXHORTACIÓN AL MOVIMIENTO / Pretende ERC forzar a Sánchez a que haga un movimiento. Torrent lo dijo explícitamente: «Todavía no sabemos si el presidente Sánchez tiene alguna propuesta». Y es que la cárcel, «además de injusta y cruel, es ineficaz para solucionar la crisis política entre Cataluña y el Estado», razonó Torrent que, como testigo de cargo con qué probar ese conflicto, aludió a lo que dijo en su día el entonces president José Montilla sobre la creciente «desafección» que había en Cataluña. «Es evidente que hay que hacer algo desde la política», sentenció ayer el republicano.

Una llamada a la acción de Sánchez que se basa, también, en las propias palabras del presidente en funciones, hace justo un año, cuando en el Congreso aseveró que la solución a la crisis catalana tendría que venir, forzosamente, de las urnas. Pero se quedó ahí, sin apuntar, siquiera, si se refería a un nuevo Estatut o bien a validar el actual.

Más estribillos de la música moderada de Torrent: «No pediremos al Estado que renuncie a sus objetivos políticos, porque también tiene sus razones. Pero nosotros no renunciaremos a los nuestros». Con esta defensa de la autodeterminación, el presidente del Parlament trató, asimismo, de vaciar de contenido las acusaciones de autonomismo que recibe ERC de los sectores híperventilados.

¿Se puede fiar el Estado de ERC? Torrent presentó los avales. Primero definió su propuesta como la del «soberanismo progresista», algo reseñable si el interlocutor deseado es también progresista, como el PSOE. Segundo, situó a su partido «en la centralidad» catalana, algo que se sustenta en los triunfos electorales de las pasadas elecciones generales y municipales. Tercero, renunció de manera explícita a otro referéndum unilateral. Cuarto, usó la definición junquerista (hubo muchas en su conferencia) de lo que es ERC: «Nosotros no somos nacionalistas, somos independentistas».

Quinto, el asunto de la convivencia: «El independentismo no puede imponer sus tesis sin ser una mayoría cualificada claramente contrastable».

El Ejecutivo tardó pocas horas en rechazar la idea de Torrent. A través del que se convertirá en noviembre en el nuevo Alto Representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, el Gobierno subrayó que no es posible. «Lo mismo ocurre en todos los Estados democráticos, con alguna excepción -dijo el ministro-. En el caso español, como en el alemán, el francés y el alemán, esa posibilidad no existe. Tampoco hay nada en el derecho internacional que ampare un referéndum de autodeterminación en Cataluña. El señor Torra, el señor Torrent y todos los que apoyan la independencia, deben saberlo».