«Desde el miércoles no nos quedan mascarillas con filtro para gases», explica el dependiente de un gran almacén en el centro de Barcelona dedicado a la venta de productos de obra. Solo quedan unas gafas en la estantería y unas mascarillas que dan el pego a nivel estético pero que no aguantarían el gas que lanzan los cuerpos policiales para dispersar. «Estas son de policarbonato. Soportarían el impacto de una bala de goma», prosigue el vendedor. No le quedan otros modelos. No hay más estoc. Bienvenidos al bazar del manifestante contemporáneo.

Los disturbios desatados en Barcelona a lo largo de una intensa semana han vaciado los estantes. «Nunca antes habíamos vendido todo este material», hurga, y apunta que ya han hecho una comanda que está por llegar. «Vienen jóvenes, pero también periodistas», explica sobre el perfil del comprador, que acude en busca de la indumentaria adecuada para aguantar el tipo en el perímetro de las barricadas.

Sorprende que al entrar en una conocida tienda de deportes, lo primero que veas junto a las cajas sea cascos y gafas. De esquiar, claro. Cuenta el responsable que el domingo le dieron un meneo al comercio para adaptarlo a la temporada de invierno. La cosa llama poderosamente la atención. No solo porque no ha nevado, sino porque junto a este material pueden encontrarse unas pequeñas y ligeras riñoneras y cargadores de móvil inalámbricos.

El dependiente una armería explica que la semana pasada fueron un buen puñado los muchachos que cruzaron la puerta sin tener ni idea de pistolas, rifles, calibres, flechas, carabinas o esprais de defensa. «Entraban con una media risita y estaba muy claro qué buscaban y para qué». Se le agotaron y espera más material. Otras tiendas del ramo aseguran que han tenido que reponer el material dos veces, asesorar sobre qué casco soporta mejor los impactos y qué gafas permiten que un bolazo no te reviente el ojo.