Solo los luxemburgueses, que se encuentran al lado del corazón de Europa, se sienten más ciudadanos de la UE que los españoles, que viven en una de sus extremidades. Este hecho, publicado por el Eurobarómetro el pasado otoño, que contrasta con el crecimiento del euroesceptismo en el resto de los 28 estados, probablemente será tenido muy en cuenta por Josep Borrell a la hora de tomarse a pecho su misión de ayudar a superar la «crisis de confianza» que sufre la Unión, según anunció el nuevo ministro de Exteriores en el discurso de su toma de posesión.

Aunque no lo citó en este acto, Gibraltar es un asunto conflictivo secular con el que tienen que lidiar todos los titulares del palacio de Santa Cruz y que se ha complicado después de la aprobación del brexit. Borrell tendrá que asumir que el Gobierno de Mariano Rajoy se comprometió en su día a tener lista en octubre una propuesta para un acuerdo global sobre los términos de la salida del Reino Unido de la UE y el periodo de transición. Los llanitos votaron a favor de seguir en la Unión, pero tendrán que salir con los británicos. Aun así, España no tiene intención de volver a cerrar la verja, porque resultarían perjudicados los más de 7.000 españoles que van a trabajar al Peñón cada día.