En las atípicas elecciones del domingo en Galicia y Euskadi, tras meses de confinamiento por la pandemia del coronavirus, con la asistencia a los mítines bajo mínimos debido al distanciamiento social, quien más se juega de los grandes partidos es el PP. Su líder, Pablo Casado, apostó por la línea dura en tierras vascas. Las perspectivas no son buenas para el partido conservador. Al mismo tiempo, en Galicia, la muy probable mayoría absoluta del presidente y candidato a la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, cuyas posiciones están más centradas, podría minar la autoridad del jefe de la oposición. El PSOE, que mejorará sus resultados respecto al 2016, participa en estos comicios con cierta tranquilidad. Aunque insisten en que hay alguna posibilidad de desbancar a Feijóo, los socialistas asumen que el objetivo es difícil de conseguir, y al mismo tiempo dan por bueno volver a gobernar en Euskadi, en una posición secundaria, junto al PNV. Podemos, mientras tanto, se enfrenta al riesgo de bajar sensiblemente de escaños, y fía la remontada al peso de sus dirigentes en el Ejecutivo, el vicepresidente segundo Pablo Iglesias, y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.