El cisma de las derechas y la crisis del PP electrificaron el ambiente de la Casa de Correos, en la Puerta del Sol, donde la Comunidad de Madrid celebró un Dos de Mayo con las miradas centradas en una escena teatral en las arquerías de granito del palacio: el esperado encuentro entre el expresidente regional, Ángel Garrido, y los compañeros del PP a los que dejó por Ciudadanos

Se vieron dos maneras de afrontar su gesto, que todo el PP interpreta como traición: sonriendo, como para dejar en la insignificancia el valor de la supuesta venganza del madrileño -y así lo hizo la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, sentada junto a él-, o espigándose, lazando al vacío una sonrisa llena de dientes y pasando junto a él muy cerca sin tenderle la mano, como hizo Pablo Casado, líder del PP.

El no-saludo fue el momento de más simbolismo en la región donde el PP tiene su kilómetro 0, Madrid, bastión de la derecha desde 1987.

Tres derechas en cisma aprovecharon para explicarse y para enzarzarse. Pablo Casado negó su paternidad sobre la derrota del 28-A, para él resultado de una caída que comenzó en días de Rajoy y el sorayismo: «Perdemos apoyos electorales desde hace ocho años. Por tanto, esto no es imputable a estas elecciones. Perdimos un tercio de electores en 2015».

Poco después le contestaría desde Compostela el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, quien cree «desproporcionado» remontarse a Rajoy para explicar el hundimiento. La razón ha sido, según Feijoo, «un error de estrategia», que consistió en «dejar de ser quienes somos», dijo.

Casado culpó también a aquellos a los que tendió la mano en la campaña. De Cs y Vox dijo que «se ha visto cuál era su estrategia: debilitar al PP». Y Vox le contestó dos arcos más allá por boca del secretario general, Javier Ortega Smith: «Allá otros con sus divisiones. Esas batallas se las dejamos a los viejos partidos». Mientras, el líder naranja en Madrid, Ignacio Aguado, restó valor al giro al centro del PP: «No es creíble. El centro ya está ocupado». Y, sin embargo, Casado no afeará a Albert Rivera si pacta con Sánchez, aseguraron fuentes próximas al líder popular en los corrillos.

Esperanza Aguirre, que volvió a la fiesta tras dos años de ausencia, se lamentó del «error» de los calificativos «hirientes» de Casado sobre la subvencionada carrera del jefe de Vox, «cobrando de chiringuitos, fundaciones y mamandurrias». «Ha querido dar una patada a Abascal en mi trasero», se quejó la expresidenta, más castiza que un gato a rayas.

Al fin y al cabo, ella es la madre del concepto político mamandurria. Ahora no le parece bien recordar que Abascal fue amamantado en una covachuela de la Comunidad de Madrid que ella presidía: «Muchos votantes nuestros habían optado por Vox y se lo estaban replanteando para el 26-M», dijo.

Es que este Dos de Mayo ha sido arranque de la precampaña de los triples comicios del 26. Ya enfocando a las europeas, autonómicas y municipales, recordó Casado a Vox como partido «que no respeta a la UE, que está al lado de populistas como Le Pen», y a Ciudadanos reprochó: «Alentar el transfuguismo da idea de su regeneración falsa».

Ciudadanos también tenía munición: «Hasta hace cinco días estaban ofreciendo ministerios a Vox y, hoy, parece que reniegan de Vox», explicó Aguado. Y en la formación de extrema derecha, Iván Espinosa de los Monteros, candidato a alcalde, achacó la actitud de Casado hacia ellos a que «está bajo el control de algunos barones del PP, como Feijóo».