La madeja de resultados electorales esconde una sorprendente paradoja para Podemos. La decepción por unos datos desoladores de sus socios catalanes (8 escaños, 3 menos que en 2015), coexiste con un cierto alivio porque evita un eventual pacto con los independentistas, que supondría un riesgo sustantivo para el proyecto estatal de los morados. La dirección conoce bien ese peligro y en los últimos meses ha afrontado una espinosa controversia sobre si el discurso en Catalunya proreferéndum les hacía perder votos en el resto de España, entre un electorado que parece pedir más cambio que plurinacionalidad.

A nadie se le escapa que si Catalunya En Comú-Podem tenía efectivamente la llave de la gobernabilidad, cualquier pacto con ERC podía pasar una factura considerable a los morados en el resto de autonomías. Con las posibilidades de ser árbitro ahora diluidas por el fiasco electoral, el proyecto estatal tiene más fácil tomar oxígeno en un momento especialmente delicado, en el que las encuestas reflejan una bajada sostenida del voto a Podemos desde las generales del 26-J.

Por el momento, la dirección morada toma distancia de una noche electoral tan fatídica para los ‘comuns’ como dolorosamente tranquilizadora para el podemismo estatal.

Reflejo de esa voluntad de alejar el fantasma catalán son las ausencias sonadas en la sede de Madrid. La dirección había decidido no abrir siquiera el cuartel general pero, en la jornada de reflexión, accedió finalmente a hacer un seguimiento de mínimos ante las peticiones de la prensa.

Las reacciones desde Madrid quedaron en un perfil bajo. Fue la portavoz adjunta de la ejecutiva, Noelia Vera, quien salió a valorar unos resultados que para Podemos confirman el avance de las fuerzas conservadoras catalanas y una regresión política que dificulta en extremo las expectativas para reformar España.

¿Se ha queda Podemos sin espacio político con el auge de los posconvergentes y Ciudadanos?

Iglesias sabe bien que, en este contexto, se enfrenta a un reto endiablado. Necesita amarrar dos baluartes que considera talismán para conseguir mantener abierta una rendija a la ventana del cambio político estatal: mantener el Ayuntamiento de la capital y conquistar la Comunidad de Madrid, objetivos que se han complejizado con el discurso en Catalunya. Además, debe taponar la sangría de electores para evitar pasar en solo cuatro años del (imaginable) asalto a los cielos a la (dolorosa) resignación de ser una minoría permanente.