“Paco y Carmen son muy católicos”, comentó Aureli Maria Escarré, abad de Montserrat, al escritor Josep Maria de Sagarra en casa de la familia Millet. Paco era el general Francisco Franco y Carmen, su esposa. A mediados de los años 40, en plena posguerra, el abad coadjutor de Montserrat visitaba a menudo el palacio del Pardo y tuteaba a su inquilino. Y como el dictador ayudó al retorno de la comunidad benedictina a la montaña tras la guerra civil, durante la cual fueron asesinados 23 monjes, el ‘generalísimo’ entraba bajo palio en la iglesia que custodiaba a la Moreneta.

En 1944, Franco asistió a unas vísperas pontificales en Montserrat. Según dos monjes que presenciaron la escena, el general quedó “literalmente extasiado por la magnificencia litúrgica” del cenobio y llegó a exclamar: “Por primera vez he asistido a una celebración litúrgica como debe ser y no al habitual motín de canónigos”. Como se sabe, a los epígonos de Franco tampoco les gustan los “actos tumultuarios”.

Por aquella época, el general estaba pergeñando la basílica del Valle de los Caídos. Según el testimonio de los monjes Maur Boix y Marc Taxonera, el jefe del Estado español se mantuvo en estrecho contacto con el abad Escarré a fin de crear “una comunidad de la categoría de la montserratina”.

DISTINCIÓN Y OSTRACISMO

Le pidió consejos técnicos y le hizo ir en persona a Cuelgamuros para que viera si era preciso realizar modificaciones en la iglesia o en la parte conventual. Siguió algunos de los consejos del abad y se ejecutaron algunos cambios. Lo que no logró, sin embargo, es que la escolanía, de la que estaba enamorado, fuese a parar al Valle de los Caídos. Tuvo que conformarse con copiar la idea de un coro de voces infantiles.

En agradecimiento por sus servicios, Franco distinguió en 1945 a Escarré con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Casi 20 años después, Escarré se desmarcó abruptamente del régimen autoritario español y realizó unas declaraciones a ‘Le Monde’ que le costaron el exilio.

LA REGLA DE SAN BENITO

A pesar del largo tiempo transcurrido, algunas frases pronunciadas entonces por Escarré, un personaje “despótico” según muchos monjes que vivieron su mandato, podrían servir para describir determinadas actitudes públicas actuales. Por ejemplo: “El gran problema en España es que aún se encuentra dividida en dos partes. Los vencedores, incluida la Iglesia, que fue obligada a luchar al lado de estos últimos, no han hecho nada para acabar con esta división entre vencedores y vencidos: eso representa uno de los fracasos más lamentables de un régimen que se dice cristiano, pero el Estado del cual no obedece los principios básicos del cristianismo”.

Aunque los monjes del Valle de los Caídos y los de Montserrat siguen la regla de san Benito, el cenobio de la abadía catalana depende de la congregación de Subiaco (Italia), mientras que la comunidad de Cuelgamuros depende del la congregación de Solesmes (Francia).

En la prolija web de la Abadía del Valle de los Caídos no aparece en ningún momento que la idea de la creación de la misma partió de Francisco Franco Bahamonde. Y aún menos que uno de sus inspiradores fue el catalán Escarré. Sí se subraya en cambio de que los primeros 23 monjes trasladados procedieron del españolísimo monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos).