Cuando la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy por la sentencia del ‘caso Gürtel’ prosperó en el Congreso, el pasado 1 de junio, el círculo de confianza del líder socialista mostraba cierta división sobre lo que debía pasar a partir de entonces. Unos abogaban por llevar esta agitada legislatura hasta el final, en el 2020. Otros consideraban que no se debía llegar a tanto, dada la atípica forma en la que Sánchez había alcanzado la Moncloa. Todos coincidían en que el ascenso al poder colocaba al PSOE, bastante desaparecido en los meses anteriores, en mucho mejores condiciones para encarar las próximas elecciones. El propio presidente del Gobierno zanjó el debate durante su primera entrevista. “Aspiro a agotar la legislatura. Tarea hay”, dijo en TVE. Sus palabras tenían un halo quimérico, y pocos creyeron en ellas, pero esta semana, gracias a la sintonía exhibida con Podemos, parecen más probables que nunca.

Aunque aún no es completo el entendimiento para aprobar la senda de déficit y el techo de gasto, paso previo a los Presupuestos Generales del Estado, ha habido acuerdo en materias muy relevantes. Subir las pensiones conforme al índice de Precios al Consumo (IPC) real. Eliminar el copago farmacéutico. Ampliar gradualmente la baja de paternidad de los funcionarios hasta los cuatro meses en el 2021. Y reformar la ley de estabilidad presupuestaria para acabar con la anomalía que supone la capacidad de veto del Senado, donde el PP goza de mayoría absoluta.

Los miembros del Gobierno rezuman optimismo estos días. “Podemos ha jugado muy bien sus cartas, ha sabido negociar, y la desconfianza mutua que siempre ha regido nuestras relaciones con ellos empieza a quebrarse”, explica un importante colaborador del jefe del Ejecutivo. “Estamos sentando las bases de un entendimiento a largo plazo”, continúa. La comparación que lleva a cabo el dirigente es muy ilustrativa de su confianza en el futuro inmediato. José María Aznar, recuerda, obtuvo en 1996, durante su primer periodo como presidente, 156 diputados. La suma de PSOE, Unidos Podemos y Compromís en el Congreso actual da exactamente la misma cifra: 156 escaños. Y el exlíder del PP, concluye el colaborador de Sánchez, no tuvo problemas en agotar la legislatura.

Un gran pacto tras los comicios

Solo que el PSOE y Podemos no son un solo partido. Sus vínculos hasta ahora han sido cuanto menos tirantes. Compiten, en gran parte, por el mismo electorado. Pero en el Gobierno creen que a los morados les conviene caminar junto a los socialistas en estos tiempos, sobre todo cara a las autonómicas y municipales de mayo del año que viene, donde un gran pacto global entre las dos formaciones podría ampliar sus cotas de poder frente al PP y Ciudadanos, inmersos en una agria lucha en la derecha.

En el Ejecutivo creen que la sintonía, que se traduce en el contacto fluido que mantienen Sánchez y Pablo Iglesias, se extenderá a la mayoría de las iniciativas que llevarán al Congreso, empezando por la exhumación de los restos de Francisco Franco, que se votará dentro de un mes, permitiendo abrir la reforma de la ley de memoria histórica a la anulación de las sentencias de la dictadura y la transformación del Valle de los Caídos en un memorial de las víctimas.

Los augurios de los socialistas, aunque acaben siendo verdad en un tiempo político tan sujeto a los cambios bruscos como este, tampoco garantizan a Sánchez la estabilidad parlamentaria. Los 156 diputados que sumaba el colaborador del presidente del Gobierno se quedan lejos de la mayoría absoluta, situada en 176, pero en el Ejecutivo argumentan que partir con una suma de ese tipo otorga una gran fuerza para lograr subir al carro al resto de formaciones que apoyaron la moción de censura.

Dando por descontado el apoyo del PNV a la senda del déficit (los nacionalistas vascos ya apoyaron a Sánchez en la fracasada primera votación de esta iniciativa), los socialistas ven como muy probable el respaldo de ERC. Con el PDECat, señalan, “será más difícil, pero hay margen para el entendimiento".

Sánchez inicia su gira latinoamericana

El próximo lunes, Pedro Sánchez iniciará una gira, su primera como jefe del Ejecutivo, que le llevará a cuatro países latinoamericanos -Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica- en cinco días. Los socialistas consideran que España no solo perdió peso en Europa durante los mandatos de Mariano Rajoy. También en Latinoamérica, donde “ha habido un déficit de representación”, señalan fuentes de la Moncloa. “Hubo un tiempo en el que solo íbamos a países grandes con sintonía política. No es este el caso. Sánchez quería con esta gira lanzar el mensaje de que toda Latinoamérica es importante”, continúan los colaboradores del líder del PSOE.

La visita a Chile estará muy centrada en la labor de las empresas españolas en el país austral. En Bolivia habrá un respaldo a la cooperación y se firmarán acuerdos con Evo Morales, su presidente, en cooperación judicial y participación de las compañías españolas en sus obras de ferrocarril. El proceso de paz con la guerrilla será el principal asunto de la estancia en Colombia. España, explican en la Moncloa, quiere ejercer de “facilitador”. Y en Costa Rica, por último, el eje central serán los derechos humanos.