Medio año después de la moción de censura apenas quedan mimbres de la sobrevenida fraternidad que propició la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa y arraiga la creencia de que aquella complicidad solo era útil para expulsar a Mariano Rajoy pero improrrogable para una mirada larga de país. Este miércoles el Gobierno y sus (entonces) aliados asumieron esta segunda tesis, abonaron la idea de que la colaboración de tanto calado no se repetirá y que, por lo tanto, no saldrá adelante el Presupuesto que el presidente se ha comprometido a llevar al Congreso en enero y que determina en buena medida la duración de la legislatura.

El ministro de Exteriores, Josep Borrell, admitió que "tal como van las cosas" ha "perdido la apuesta. Es decir, que no se cumplirá su vaticinio, el que lanzó en el Congreso, mostrándose convencido de que los partidos independentistas acabarían por ceder a la presión y apoyarían el Presupuesto.

El Gobierno confiaba en que ERC y PDECat se avendrían a última hora a aprobar la ley más importante del Ejecutivo y la que dotaría al presidente de cierta estabilidad, pero lo cierto es que a estas alturas la Moncloa admite que esa tesis es más un deseo que una probabilidad.

Los aliados de Sánchez dieron por hecho que no habrá Presupuesto en el debate parlamentario del miércoles, con Cataluña como telón de fondo.

No en vano

El PNV, con quien el Ejecutivo negocia todavía, explicó que su voluntad es pactar unos buenos Presupuestos pero advirtió de que tampoco piensa ofrecer su apoyo en vano a Sánchez si no hay visos de que prosperen. No tiene sentido sin posibilidades de que pueda salir adelante, explicó el portavoz Aitor Esteban.

De hecho, entre los aliados de Sánchez cunde la sensación de que el presidente tiene la mirada puesta no ya en el Presupuesto, sino en la campaña electoral de las elecciones generales y que el manejo del calendario de tramitación parlamentaria de las cuentas públicas obedece más a un criterio partidista que a la convicción de que puedan salir adelante. Probablemente quien mejor resumió esa sensación fue el portavoz de ERC, Joan Tardà. Empiezo a sospechar que no tiene demasiado interés en aprobar los Presupuestos, dijo.

El socio mayoritario de Sánchez, Pablo Iglesias, insiste desde hace semanas en que no ve posibilidades de que el acuerdo salga adelante y, quizá el único que no tira la toalla, es, una vez más, Compromís.

Lo que pierden

Es cierto que la comparecencia en el Congreso no era sobre las cuentas públicas, pero también lo es que el presidente no abundó en las posibilidades de sacarlas adelante. Se limitó a repetir los elementos de presión sobre los indepententistas que viene exponiendo desde el principio, es decir, lo que Catalunya pierde si no hay acuerdo: revalorización de las pensiones para un millón y medio de catalanes, recuperación del subsidio de desempleo a los mayores de 52 años y extensión de los permisos de paternidad hasta las ocho semanas.

No mencionó (ni tampoco lo hicieron los independentistas) la posibilidad de que las fuerzas catalanas no presenten una enmienda a la totalidad, algo que permitiría al presidente un mes de oxígeno y que el Gobierno creía posible hace solo una semana.

Por el momento, a falta de Presupuesto, Sánchez aprobará el 21 de diciembre la subida del salario mínimo interprofesional a 900 euros. Lo hará en el controvertido Consejo de Ministros que se celebrará en la Llotja de Barcelona, una cita que será blindada por 400 agentes de la Policía ante la llamada al boicot que han hecho los Comitès de Defensa de la República (CDR).