Pablo Iglesias quiere ser vicepresidente del Gobierno, consciente de que el asalto a los cielos que soñaba contiene menos épica y más peajes de los deseados. El primero, renunciar a la irreverencia que le corre por las venas. En lo institucional y también en gestos más anodinos, pero le dolerán en términos personales, como abandonar las tertulias políticas que dirige en La Tuerka y Fort Apache por pura incompatibilidad. Y le dolerá porque implica decir adiós al único espacio de oxígeno que le quedaba a una personalidad, como el bien define, de 'enfant terrible', y asumir un papel formal que implica contención, que le cuesta y le desgasta.

Sin embargo, la apuesta es firme. A medida que transcurren las horas gana enteros la posibilidad de que el PSOE y Podemos lleguen a un acuerdo, que podría cristalizar empujado por el documento de la cúpula de Iglesias para negociar con Pedro Sánchez. Lo que se conoce del texto, denota sintonía. La lucha contra el fraude fiscal, la recuperación del ministerio de Igualdad y el énfasis en el rescate ciudadano bien pueden sostener un pacto que cada vez resulta más verosímil.

PROPUESTA PARA AVANZAR

Podemos intentó una nueva jugada de estrategia con la presentación de ese dossier. Sin embargo, las filtraciones imposibilitaron contar con el efecto sorpresa que sí causó la primera oferta de gobierno de coalición que Iglesias puso sobre la mesa el 22 de enero, mal acogida por el PSOE porque la comunicó antes al Rey y a la prensa que al propio Sánchez. En esta ocasión, la dirección evita la soberbia y enviará al dirigente socialista su contraoferta antes de hacerla pública, previsiblemente este lunes.

La quietud del PSOE y sus negociaciones con Ciudadanos hicieron que el politburó decidiese recuperar la iniciativa el pasado lunes, cuando la fuerza morada leyó con tanta predisposición al elogio el documento que acababan de presentar los socialistas que vieron en las ambigüedades una oportunidad para elaborar un dossier que sirviese para avanzar en unas negociaciones que formalmente no han comenzado.

La iniciativa de Podemos irrumpe como elemento que desbloquea la situación de callejón sin salida. Iglesias evita el descrédito de tenerse que tragar el sapo de sentarse a hablar con Sánchez mientras éste sigue dialogando con Rivera y le promete a Iglesias una conversación en breve.

ACUERDO DE ÚLTIMA HORA

En Podemos temen que el pacto se produzca “a la catalana”, es decir, en las últimas horas antes de la investidura, que todavía no tiene fecha asignada, pero fuentes parlamentarias sitúan en la segunda semana de marzo. Visto el pacto in extremis entre la CUP y Junts pel Sí para la presidencia de la Generalitat, los dirigentes quieren tener avanzado al máximo la letra pequeña del acuerdo.

Lo cierto es que, en paralelo, la cúpula teme que sus bases comience a percibirlos como parte de ese 'establishment' y preocupa cómo explicar que su ADN puede seguir latiendo dentro de las instituciones. Es decir, que el paso de las calles a la moqueta no les convierte en 'casta'.

Si Podemos logra forjar un gobierno el terremoto no afectará solo a su percepción electoral, sino que reordenará la vida orgánica y los pulsos de fuerzas de sus dirigentes, con sacudidas internas que ya se han empezado a producir en los territorios y en el aparato estatal, pero que quedan enterradas por el empeño en lograr llegar a la Moncloa. Si llegan al gobierno. Si hay nuevas elecciones. Si son líderes de la oposición. En cualquier caso los efectos serán más profundos de lo ahora se pueda llegar a visibilizar. Más allá de las declaraciones ante las cámaras de televisión, Podemos tendrá que digerir los siempre complejos repartos de poder interno, y en lo ideológico, deberán redirigir sus estrategias. Una de ellas, fundamental. ¿Sigue siendo una meta comerse al PSOE? y en tal caso ¿cómo hacerlo desde la vicepresidencia del Gobierno?.