Josep Borrell volvió a sacar de quicio a los independentistas. Cuando muchos seguían sin olvidar su llamamiento a «desinfectar» la sociedad catalana, el diagnóstico del hoy ministro de Exteriores de que Cataluña está «al borde de un enfrentamiento civil» volvió a desatar una tormenta política. Quim Torra lo calificó de «irresponsabilidad inaudita», en una de las muchas críticas independentistas al azote del separatismo. ERC coincidió en tildar de «irresponsables» estas palabras del que Carles Puigdemont definió como «ministro de la novela negra». «La ultraderecha le presta la tinta para escribir el relato ficción que justifique la represión actual y venidera», tuiteó el expresidente, antes de acusarle de intentar forjar «un clima de miedo y enfrentamiento que, muy a su pesar, no existe en Cataluña». La portavoz del Govern, Elsa Artadi, denunció que el retrato de Borrell es «mentira» y se preguntó si el problema es que el ministro «no pasa suficiente tiempo en Cataluña o quiere dar una imagen exterior que no se corresponde con la realidad».

Los paraguas socialistas se abrieron para proteger al ministro de la lluvia de críticas y apuntalar sus tesis. Meritxell Batet, su compañera de gabinete, consideró «lamentable» que «en los últimos meses haya habido una degradación de la convivencia» que ella misma ha vivido «en primera persona». El secretario de organización del PSC, Salvador Illa, reflexionó que «alertar de los riesgos es sensato» y puso como ejemplo del «deterioro de la convivencia» el boicot a un acto de Societat Civil Catalana en la UB y el polémico acto de Inés Arrimadas en Vic. «Ciutadans, el partido que ha ganado las elecciones, no puede hacer un acto en Vic porque se lo prohíben», clamó la diputada naranja en el Parlament, Sonia Sierra, que cree «increíble» que el independentismo niegue que no existe fractura social.

«Es momento de desescalar y no producir alarma», valoró Xavier Domènech, tras reunirse con Torra en la Generalitat. Cuando fue investido presidente pocos podían imaginar que, un mes después, la ronda de contactos con los representantes parlamentarios tendría un decorado tan distinto. Sin Rajoy, tanto el nuevo Gobierno como el Govern catalán mandan señales de querer retomar el diálogo.