Un día antes del segundo aniversario del 1-O y un día antes de que empezase el mes de la sentencia del procés, el director general de los Mossos d’Esquadra, Andreu Joan Martínez, formalizó la dimisión que le presentó al conseller de Interior, Miquel Buch, el pasado miércoles. Renunció el mismo día que la policía catalana, siguiendo los consejos de la comisaría de Información, el cuerpo autonómico incrementaba el nivel de alerta por riesgo de conflictividad en la calle. Si se producen altercados hoy, tal como sucedió por sorpresa hace un año, en esta ocasión no pillarán desprevenidos a los Mossos, aunque sí tendrán que afrontarlos sin Martínez al frente del timón político. Le sustituirá Pere Ferrer, el jefe de gabinete de Buch y de sus antecesores Joaquim Forn y Jordi Jané.

La versión oficial sobre la dimisión fue que se marcha porque entiende que «ha acabado una etapa». Pero según las fuentes consultadas por este diario, Martínez se va porque era consciente de que ni el presidente de la Generalitat, Quim Torra -ni tampoco Carles Puigdemont-, confiaban en él. Y la cosa viene de lejos. Hace hoy un año, cuando el director no llevaba ni cuatro meses en el cargo, tuvo que salir a apagar el primer fuego, por el asedio de manifestantes al Parlamento catalán el día del primer aniversario del 1-O. Martínez compareció aquella jornada para negar que existieran instrucciones políticas para no cargar. El asedio llegaba justó después de que Torra enervará a los Mossos al animar a los CDR a «apretar». El jefe político del cuerpo salió airoso entonces de las presiones de la Generalitat y, lo que es más importante, de las de Waterloo. Pero tropezó en el siguiente asalto.

LA AMENAZA ESLOVENA / Pero el 6 de diciembre, en Gerona, la Brigada Móvil (Brimo) cargó contra los manifestantes que protestaban contra un acto de Vox. Por la tarde, Martínez defendió que la actuación de los antidisturbios, que se vieron repentinamente atacados por un centenar de encapuchados, había sido «adecuada» y «correcta». Sin embargo, Torra, que ese día estaba de viaje en Eslovenia, sobrerreaccionó al ver fragmentos de aquel episodio por Twitter y prometió una purga en los Mossos. Martínez se quedó en tierra de nadie.

Aquella crisis se zanjó cuando Buch, Martínez y la cúpula de los Mossos le mostraron a Torra qué sucedió en realidad el 6-D en Gerona. No hubo cambios entonces, pero meses después, Carles Hernàndez, jefe de la Brigada Móvil, fue relevado -la conselleria mantuvo que a petición del propio Hernàndez-, y antes del pasado verano, el comisario jefe, Miquel Esquius, fue sustituido por Eduard Sallent. Guardara relación o no con los episodios de Girona y Terrassa, la amenaza eslovena tomó cuerpo y dejó a Martínez sin apenas crédito.

Ni Torra, ni Puigdemont han mostrado comprensión hacia Martínez cada vez que este les ha hecho saber que los Mossos tenían que cumplir con los mandatos judiciales que ordenaban retirar la pancarta y el lazo amarillo del balcón del Palacio de la Generalitat en periodo electoral. Presidencia no entendía que si los agentes se negaban a cumplir con estos, se enfrentaban a la cárcel. O les daba igual. Estos rifirrafes laminaron la relación entre Martínez y Torra.

El pasado lunes, el conseller Buch fulminó a su jefa de prensa, Joana Vallès, arguyendo un «error de comunicación» inexistente. Fue después de que la prensa publicara que los Mossos iban a comenzar a usar gas pimienta en altercados violentos. De nuevo Torra, o Puigdemont, sobrerreaccionaron y exigieron una cabeza.

BUCH CEDE A LAS PRESIONES / Buch no instigó las marchas de Vallès y Martínez. Pero tampoco las evitó y ha cedido a las presiones desde Waterloo. El relevo de Vallès es Joan Maria Piqué, hombre fiel a Puigdemont y Torra. La marcha de Martínez se hizo pública a pocas horas de que la hoja del calendario volviese a señalar el 1-O. Lo hizo dando por buenos los datos de la comisaría de Información que han aconsejado aumentar el nivel de alerta del dispositivo Minerva por el alto riesgo de conflictividad. Este refuerzo supone que todos los agentes de la Brimo estén disponibles. Hasta la sentencia, también se reforzará a los antidisturbios.