Una traducción aproximada de lo que significa ‘omnium’, la palabra latina que da nombre a la entidad soberanista, podría ser ‘de todos’. Es decir, la voluntad de llegar y representar a todos los sectores de la sociedad catalana. Eso era la intención, claro. El hecho es que durante muchos años, Òmnium ha sido vista como algo más anclado en el pasado que en la realidad y más próximo a las élites que a las clases populares. Y si ahora se percibe de otro modo es, en buena parte, gracias a Jordi Cuixart.

Este graciense de nuevo cuño (no es extraño verle en el excelente restaurante de los Lluïsos de Gràcia) y que siempre se había movido entre Sabadell y Santa Perpètua de la Mogoda (donde nació, en 1975) ha profundizado en el camino marcado por la desaparecida Muriel Casals.

Si Casals aportó una biografía ligada al PSUC, Cuixart, que cogió las riendas tras un breve interregno de Quim Torra, ha querido acercar Òmnium a nuevos públicos. “A Jordi le desagrada el término ‘ensanchar’, porque, dice, que es como partir de la base de que tienes la razón y que ‘evangelizas’ al resto. El usa, siempre, el término ‘compartir’”, explica una voz cercana al presidente de Òmnium.

En esa clave cabe entender, por ejemplo, la campaña sobre las ‘luchas compartidas’, es decir, aquellas protagonizadas en las últimas décadas en defensa de la lengua y el autogobierno, sí, pero también las vecinales y las de carácter puramente social. Y es que si alguien ha trabajado por construir puentes entre el independentismo y el espacio que hoy copan los ‘comuns’ ha sido Cuixart. Y, singularmente, el ahora líder encarcelado ha sido el principal escudo que ha encontrado Ada Colau en el campo independentista cuando las críticas y ataques a su ambigüedad sobre el ‘procés’ en general y el reférendum en concreto, arreciaban.”Si todos somos soberanistas, el trato debe ser entre iguales, no puede haber soberanistas de primera y de segunda” afirmó Cuixart a este diario en julio.

Hijo de la inmersión lingüística

Jordi Cuixart es un ejemplo tipo de la inmersión lingüística en Cataluña. De lengua materna castellana, su progenitora nació en Murcia, sus padres tuvieron claro que debía escolarizarse en catalán “para que tuviera más oportunidades”, apunta esta voz que no oculta su preocupación por el encarcelamiento de Cuixart. Es, en cierto modo, un “independentista atípico para algunos, por sus raíces familiares y su entorno laboral”.

Y no es este el único atipismo. El presidente de Òmnium “es el ejemplo, también, del hombre hecho a sí mismo, sin estudios superiores y que se ha labrado un presente como emprendedor”, apuntan sus colaboradores. Eso sí, sus formas, siempre afables y cariñosas, nada tienen que ver con el prototipo peliculero de ‘emprendedor-tiburón’.

“Empezó a trabajar en una empresa, desde abajo y, con el tiempo, montó su propia firma de maquinaria de 'packaging', con la que realiza envases monodosis, como sobrecillos de azúcar”, glosa una voz de Òmnium que añade que la firma de Cuixart vende en varios países extranjeros.

Su entrada en el asociacionismo político se produjo cuando fundó, junto con otros emprendedores, Fem Cat, la fundación privada de empresarios. Antes, ya había mostrado su compromiso ejerciendo la insumisión al servicio militar obligatorio y, también, como activista por la llengua catalana. De FemCat, Cuixart saltó a Òmnium, bajo la dirección de Casals, donde fue tesorero. En el 2012 Òmnium renunció a las subvenciones de la Generalitat, algo que le gusta recordar sobre todo para deshacer tópicos malintencionados.

Cuando Torra dejó la presidencia, la media docena de miembros de la executiva de Òmnium pensaron que Cuixart era el candidato ideal. Cuando tomó posesión, en diciembre del 2015, afirmó que empezaban “los 18 meses más trepidantes de nuestras vidas”.