El imán de Ripoll, Abdelbaky Es Satty, recurrió a la justicia castellonense para permanecer en España tras salir de la cárcel, pese a que la Subdelegación del Gobierno de Castellón había ordenado su expulsión inmediata del territorio nacional y del espacio Shengen, al considerar que se trataba de una «amenaza real y suficientemente grave». No obstante, la Justicia, en este caso el juez del juzgado de lo Contencioso número 2 de Castellón, Pablo de la Rubia, decidió rechazar su deportación en sentencia dictada en marzo del 2015 al considerar que esta persona estaba ya plenamente «integrada» en la sociedad.

El 12 de marzo del 2014, la Po-licía Nacional iniciaba un proce-dimiento sancionador contra Es Satty porque la ley establece que constituye causa de expulsión si el extranjero ha sido condenado a más de un año. En este caso, Es Satty había sido sorprendido en un ferry entre Ceuta y Algeciras, en el 2010, con un coche cargado de hachís, y un juez de Ceuta lo condenó, en el 2012, a cuatro años y un mes de cárcel, una pe na que cumpliría en Castellón I.

El 22 de abril del 2014, cuando estaba a punto de salir de la cárcel, el entonces subdelegado del Gobierno en Castellón, David Barelles, ordenó su expulsión de España. El 25 de abril del 2015 se celebró una vista donde el islamista aportó un contrato de trabajo temporal y dijo que había estado dado de alta en la Seguridad Social durante un periodo de seis años, seis meses y 16 días.

El juez argumentó: «Si bien es grave la conducta imputada, es-tamos ante un solo hecho delictivo, lejano en el tiempo (hacía más de cinco años que lo cometió) y acredita que tiene arraigo laboral en España».

El paso del imán de Ripoll por la cárcel de Castellón I --en la carretera de l’Alcora-- pasó desapercibido para quienes le trataban a diario y, como ellos mismos explicaron a Mediterráneo, «nunca evidenció signos de radicalismo». «Solía leer y rezar», sostienen quienes lo conocieron.

Quien fuera su abogado defensor, el letrado David Barrachina, se mostró «sorprendido» tras conocerse el liderazgo del marroquí en la célula terrorista. «No dio signos nunca de ser un extremista ni especialmente religioso. Era amable y cordial», recordó tras el atentado. La Abogacía del Estado rechazó recurrir la sentencia que le permitió a Es Satty quedarse en España.