A fuerza de repetirlas, las sesiones de inicio de legislatura empiezan a tener un aire burocrático. Es el primer día del curso político, pero tanta reiteración está acabando por robarle el atractivo de las citas únicas. La nueva empezó como acabó la anterior: a trompicones, con peticiones de perdón y cierta sensación de hastío flotando en el ambiente.

La falta de asignación previa de asientos brinda en estas sesiones grandes momentos de desconcierto, una efervescencia en la que Vox ha aprendido a manejarse como pez en el agua. Llegaron los primeros para ocupar el triángulo central del hemiciclo como si se tratara de la isla de Perejil. En ese momento se produjo un encontronazo entre el diputado ultra Luis Gestoso y el de Ciudadanos Marcos de Quinto, con empujones incluidos, para ver quién se apropiaba de un sillón. Los de ERC y JxCat fueron relegados al gallinero, pero ambas fuerzas se acusaron mutuamente en las redes de haberse robado los asientos.

Tanto en mayo como ayer, la mayor atracción la concentró el presidente de edad de la Cámara baja. El castellano culto y solemne que gasta el socialista Agustín Zamarrón, de 76 años y natural de Burgos, le convirtió en la estrella de los inicios de legislatura, como prueban las colas de diputados que se formaron para hacerse selfis a su lado antes de que empezara la sesión. No tardó el veterano político en poner fin a la fiesta. Tan pronto tomó la palabra, se puso de pie y clamó: «Con la humildad debida, pido perdón al pueblo español por el incumplimiento de otorgar el Gobierno a la nación». Acto seguido, agachó la cabeza.

El primer lance

A su lado estaba Marta Rosique, la diputada más joven de la sala. Vestida con una camiseta negra con las banderas de Euskadi, Catalunya y Galicia componiendo la palabra independencia, la representante de ERC protagonizó el primer lance tenso de la temporada al pronunciar los nombres de varios políticos presos antes de empezar a pasar lista.

La anécdota de la jornada la protagonizó Adriana Lastra, que resbaló cuando bajaba las escaleras y en la caída se hizo un esguince de tobillo. Tras ser socorrida en el suelo por el presidente del Gobierno y la ministra María Jesús Montero, médica de formación, la portavoz socialista fue atendida por los servicios sanitarios y regresó con el pie vendado y en silla de ruedas.

El resto de la sesión constitutiva la pasó sentada en un escaño situado encima de la fila del Gobierno, y hasta aquí tuvo que acercarse Zamarrón portando la sagrada urna para que la diputada pudiera votar.

No fue la única que recibió su visita: también votaron sin moverse de sus asientos la diputada de Vox Macarena Olona, que sale de cuentas esta misma semana, y el podemista Pablo Echenique, que siguió la sesión desde su silla de ruedas apostada detrás de las taquígrafas.

Hace cuatro legislaturas, para pasar un rato entretenido en el Congreso convenía mirar hacia la bancada de Podemos. Traían la frescura de los recién llegados y ofrecían estampas nunca vistas en esta sala, con alzamientos de bebés incluidos. Ahora, la salsa está entre los diputados de Vox, que ayer aprovecharon los ratos muertos para hacerse fotos en grupo e improvisaron corros para charlar entre risotadas.

En varios momentos se pudo ver a Iván Espinosa de los Monteros y Santiago Abascal soltando carcajadas con el dedo apuntando al grupo del PP. Puesto a marcar estilo, el diputado ultra Carlos Hugo Fernández-Roca se presentó con unos tirantes rojigualdas, como Manuel Fraga en sus mejores tiempos.

El juramento de la Constitución es el otro rito solemne de la sesión, aunque últimamente se ha convertido en su momento de mayor show. Ayer hubo de todo. Desde las invocaciones a las Trece Rosas que hizo Gerardo Pisarello a «la llibertat dels presos polítics» que reclamaron los diputados independentistas, pasando por «todo el planeta», que recordó el ecologista Juan López de Uralde. Los de Vox juraron «por España». Salvo Fernández-Roca, que no juró, lo gritó con toda su alma: «¡¡Por España!!».