El cantautor y exdiputado de Junts pel Sí Lluís Llach tenía claro qué quería decir en el Supremo. «Me gustaría que el tribunal se diese cuenta»de que el pacifismo «es una norma absoluta» y no solo el 20 de septiembre de 2017, día por el que propuso su testimonio la acusación popular que ejerce Vox. «No salimos a la calle si no es con esta norma asegurada; hasta el punto de que si hay algún alborotador se le deja solo y en evidencia. Es una norma de cumplimiento diría que casi obsesivo», aseguró casi como colofón de su declaración.

Esas palabras dejaron de nuevo en evidencia al flamante diputado Javier Ortega Smith, que con su interrogatorio permitió al testigo defender el ambiente pacífico de la concentración que se realizó frente a la consejería de Economía en protesta por los arrestos y registros de la operación Anubis. Y hasta reivindicarse contra la acusación popular cuando mostró su repulsa a tener que contestarle «como homosexual independentista y aspirante a ciudadano del mundo».

El presidente del tribunal, Manuel Marchena, le frenó. «Son afirmaciones que son respetables al máximo y la sala respeta su ideología y su modo de vida», dijo en su tono más didáctico el magistrado. «La acción popular está admitida en nuestro sistema y cada uno puede tener su opinión, pero es el régimen vigente, y tiene la obligación de responder a sus preguntas», agregó por si a Llach le daba por emular a los exdiputados de la CUP Antonio Baños y Eulàlia Reguant que optaron por ser multados e investigados antes que contestar a la «extrema derecha».

«Cordón de abuelitas» / Pero esa posibilidad ni siquiera pasaba por la cabeza del cantante, que prefirió expresarse de la forma más educada posible para que sus palabras calaran más en el tribunal del procés. Explicó que fue a Economía, al oírlo en la radio, porque creyó que era su obligación como diputado y como ciudadano, y que habló «muchas veces, horas», con el entonces presidente de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Sànchez, y el de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart. Tantas que asumió un protagonismo en la protesta que se desconocía.

Según el testigo, fue él quien les animó a subirse a los vehículos de la Guardia Civil para desconvocar la concentración después de saber que sus palabras desde el escenario no habían sido escuchadas en la puerta del edificio. Su forma de hacerlo, y se tomó un tiempo para pensar cómo lo decía en la sala de vistas, fue convocando al día siguiente a protestar frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

Además, Llach dijo que fue advirtido de que había armas en los coches de la Guardia Civil, sobre los que ya se habían subido periodistas para tener mejor tiro de cámara, y se preguntó si sería posible protegerlos con el «cordón de abuelitas» a su disposición.

Y a la pregunta de la defensa de si los congregados escupieron a los guardias civiles, Llach optó por la ironía: «No voy a decir que es mentira, no sea que me llamen a un careo... Los guardias fueron siempre respetados y su comportamiento fue ejemplar».

Dos noches gratis / El resto de la sesión estuvo dedicada a eurodiputados que coincidieron con Raül Romeva en Bruselas y que aseguraron que siempre fue partidario de las vías pacíficas y soluciones dialogadas en las conversaciones que mantuvieron con el consejero catalán.

También declararon el diputado de Bundestag Andej Hunko, que admitió que no tuvo que pagar dos noches de hotel cuando se trasladó a Cataluña el 1-O para asistir como observador del referéndum organizado por el Gobierno catalán, pero ignora quién se encargó del abono o le invitó.

Y desde Canadá, Manon Massé, que sostuvo que viajó a España por invitación de la CUP, pero en su visita a centros electorales le acompañó la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) y en ningún caso se le vio acompañado por representantes o diputados anticapitalistas.

Hoy seguirá el proceso judicial con la presencia de nuevos testigos a instancias de las defensas de los procesados.