"Algo no está bien en la democracia que tenemos", dice Manuela Carmena, exacaldesa de Madrid, casilla de no pocas quinielas cuando se formaba Gobierno, y preocupada ahora por cosas como que "en el barrio de Las 3.000 Viviendas de Sevilla el 55 % de los vecinos no vota -cuenta-. Precisamente quienes más necesitan el apoyo del Estado".

Por eso ha presentado en Madrid el espacio de reflexión Cuidar la Democracia, y ha escrito un libro para jóvenes, 'A los que vienen' (Aguilar), sobre la patria, el sexo, la libertad o la ecología. Anda además Carmena esperando a que mejore el tiempo para retomar sus caminatas por Madrid, y, mientras, releyéndose a Galdós y a Concepción Arenal, y escribiendo "un libro más profundo, sobre la ética en la política".

-Si escribiera su biografía, ¿cómo se titularía este capítulo?

-Nuevos proyectos.

-Entre ellos, un foro de diálogo político. ¿Para qué?

-Para que se desarrolle la idea de cuidar la democracia. Yo oigo a la gente decir que a la democracia hay que defenderla, pero a mí no me gusta ‘defender’; prefiero ‘cuidar’. Defender parte de que te atacan, y cuidar es más especial: cuidamos lo que valoramos, las amistades, el amor. El verbo cuidar es muy preciso: tomar las medidas para que algo viva y se desarrolle. Y hay que cuidar la democracia, que la intermediación entre los ciudadanos y quienes pretenden representarlos sea profunda y madura. Cuando un gobierno acaba, debería rendir cuentas, como en una empresa. Y eso no tiene nada que ver con lo que ahora se hace: los debates electorales son intercambios de descalificaciones, injurias, mentiras… Así la democracia no funciona.

-Rendición de cuentas en vez de relato… ¿Eso es rentable para un político?

-Eso es rentable para la sociedad, que es lo que importa.

-Habla usted como si acabara de levantarse de ver el último debate de investidura, de los más duros…

-De los más inútiles, más absurdos, más pueriles… La descalificación, el insulto, no es dureza, es mala educación y falta de argumentos. Una derecha que está planteando unas actitudes que son franquistas obliga a una respuesta clara que sería bueno que no diera solo la izquierda, que hubiera también un centro que parara esas posiciones franquistas.

- ¿Franco salió de Cuelgamuros, pero pervive su cultura?

-Yo creo que no. Creo que el resurgir de una cierta extrema derecha es un virus consecuencia de no haber cuidado bien la democracia. Por ejemplo: si no hubiéramos tenido tanta fatalidad en la manera de entender la problemática de Cataluña, esa no habría sido un acicate para la extrema derecha.

-¿Hubo alguna tarde en la que se arrepintió de meterse en política?

-En el Ayuntamiento, al principio me costó. Tengo escritas cosas de los primeros días… Pensaba: "¿Dónde te has metido tú, que estabas en tu paraíso de jubilada?". Pero fue los dos primeros meses, por la terrible confrontación, ese nivel de agresividad que viví desde la llegada al Ayuntamiento…

-¿Guarda un diario?

-Bueno, no… a veces escribía cosas.

-"No voy a volver a la política. Lo he dicho 20 veces y lo digo la 21", aseguró.

-Dije que no iba a seguir en la política municipal. Tengo trazado un nuevo proyecto que tiene que ver con la política civil, la de los ciudadanos. Cuando me preguntaban tantas veces "¿Y si le preguntan si quiere ser ministra?", yo decía: "Pues no sé, ya vería".

-¿En qué se equivocaron los que conjeturaron con que a Carmena la iba a fichar este Gobierno?

-Quizá en que hacían un análisis antes de saber que el Gobierno iba a ser de coalición entre el PSOE y Podemos. Pensaban quizá en el punto de vista del partido socialista, en que quisiera incorporar personas que no fueran de partido y que representaran a otros sectores de la izquierda. En el Gobierno de coalición, cada partido ha colocado a los suyos.

-¿Cuando ha sonado para ministra de Justicia o para Defensora del Pueblo, eso no tenía viso de realidad?

-No, ninguno, nadie me había llamado para decirme oye, que si quieres esto… Nunca nadie me ha llamado. Si hubo alguna idea, que no digo que no, yo no la conocí, a mí no me la dijeron.

-Bueno, quizá se han ahorrado un esfuerzo vano: ¿Habría usted aceptado el Ministerio de Justicia?

-Pues depende de muchas cosas. ¿Y qué diría usted si le dieran la posibilidad de dirigir un periódico? Seguramente que se lo iba a pensar, ¿verdad? Pues yo igual. He sido abogada, jueza… y cuando se acaba una cosa empieza otra. No me atrae especialmente el poder político.

-¿Los independientes no caben en una coalición?

- No sé si caben, pero hasta ahora no los hay ¿no? Yo creo que más bien se ha buscado personas de partido, cosa que, imagino, tiene su lógica para los que piensan cómo debe ser un gobierno de coalición desde los partidos. A mí me parece que deben llegar a los gobiernos personas que no sean las designadas por los partidos. Yo creo que el partido debe tener otra función, no la de gobernar, sino de estructura de la que salen proyectos, candidatos…

-¿Le sorprende la actitud tan de Estado de Pablo Iglesias?

-No, nada. Es interesante para reflexionar un poco sobre cómo en la oposición se tiene una actitud tan diferente a la de cuando se está en el Gobierno, y cómo se dicen cosas diferentes en un sitio y en otro.

-Y esos cambios radicales de discurso, ¿no tienen algo de estafa para los votantes?

-Eso tiene que ver con la manera en que se viene a hacer la oposición, que se aprovechan fracasos o dificultades de los gobiernos para incidir ellos, y no se hacen análisis tranquilos. Es un mal de todos. Por eso no me extraña. Es más: me alegro. Cuando uno está en el Gobierno ha de tener una actitud de gobierno, y no una actitud de activista. Cuando estábamos en el Ayuntamiento, le decía a mi equipo: cuando uno es concejal no puede ser activista. Son dos cosas que no pueden ser compatibles.

-Coméntenos aquella frase de Pedro Sánchez sobre su dificultad para dormir estando Iglesias en el Ejecutivo.

-Es uno de esos discursos que se dicen en las campañas electorales. Pero cuando eso se desdice, me parece que es muy bueno que se explique: "Bueno, dije eso en un momento de tensión, pero en el fondo…" Porque, si no se explica, resulta poco serio ¿no? El presidente del Gobierno podría decir: "Bueno, la verdad, no había trabajado nunca con esa persona. Ahora veo que es más fácil. Me equivoqué al decir eso…" No pasa nada. Es interesante decir "me equivoqué", porque todos nos podemos equivocar.

-Sea como fuere, hay ahora un gobierno de izquierda. La subida del salario mínimo, ¿forma parte de lo que espera de este gobierno?

-Estaremos todos de acuerdo en que sí. Desde una perspectiva no solo de izquierda, sino desde la de cualquier economista perspicaz, lo que se necesita para el desarrollo económico en el mundo es combatir la desigualdad. Y para combatirla es importante aumentar el salario mínimo, sin duda.

Manuela Carmena, en la cocina de su casa de Madrid el pasado 29 de enero. / JOSÉ LUIS ROCA

-¿Cómo disuadiría usted a unos padres partidarios de la censura parental?

-Es una imprudencia. No se puede educar a niños y jóvenes como en una jaula de oro, desprovistos del mundo en el que viven. Los niños necesitan la información normal, habitual, la que se tiene en su escuela y en su sociedad. Los padres, si las informaciones que reciben sus hijos no les gustan, pueden rebatírselas, discutirlas con ellos… Pero lo que no se puede hacer es apartarles de su derecho a la información, porque entonces se forma a adultos que son unos disminuidos.

-¿Le sorprende la capacidad de la extrema derecha para meter en la agenda temas que no estaban en discusión?

-Eso viene de lejos. Lo trato en el libro. Cuando se establece en España la Ley Moyano de educación obligatoria, la Iglesia se opone a que se obligue a los padres a llevar a los hijos a la escuela. Por entonces hay padres que dicen: "No quiero que mi hijo aprenda a leer y escribir, porque quiero que siga trabajando conmigo en el campo". Y el Estado les dice: "No. Todos los ciudadanos tienen derecho a aprender y escribir". La extrema derecha defendió que los padres tienen derecho a que sus hijos sean ignorantes si quieren que lo sea. Eso hoy eso está tan superado… Había padres que entendían, como ahora dice Vox, que aquella ley era una expropiación de la patria potestad.

-La derecha moderada no expresa un rechazo frontal.

-Bueno, de una forma sorprendente, la derecha es cada vez más extrema. La llegada de la extrema derecha ha teñido de extremismo a una derecha que no era extrema, de manera que ahora hay muy extrema derecha y extrema derecha; no hay centroderecha.

-Haga un esfuerzo y díganos algo bueno de la derecha española.

-Bueno, que tiene personas, que yo conozco, con unas condiciones interesantes para mantener su conservadurismo. En los procesos de progreso a veces es necesario escuchar a un conservador, aunque solo sea para recordarnos que hay aspectos del conservadurismo que pueden ser interesantes, pero siempre que no sean personas que hagan imposible el progreso.

-¿A la magistrada Carmena, qué le parece que sea fiscala general quien ha sido ministra?

-No me preocupa especialmente si en el futuro hace lo que debe hacer. Un fiscal general es el jefe de la fiscalía, pero debe ejercer sabiendo las funciones de esa jefatura, que no es la de la imposición, sino la del debate, la comunicación… Si lo hace bien, el que haya sido ministra antes no me parece tan determinante.

-Y a la jueza Carmena ¿le parece necesario reformar en el Código Penal los tipos de rebelión y el de sedición?

-A veces se quedan anticuados los preceptos legales. En el procés se ha vivido la realidad de no encontrar un precepto claro para lo que se estaba juzgando. El Código Penal debe definir exactamente los hechos que sanciona. Y una se estudia el código y no ve, efectivamente, una figura exacta de lo que ahora se ha enjuiciado. A veces hay que amoldar un poco los ilícitos con los hechos, pero en el Código Penal no debe caber la analogía. No me parece mal que se modifique, pero se debe aprovechar, y modificarlo en otras cosas también.

-¿Por ejemplo?

-Es necesario revisar las penas. Son demasiado largas. No es como en los 80, pero seguimos teniendo las prisiones demasiado llenas, y todo el mundo habla de que el Código Penal español es muy duro en las condenas. Deberíamos tener condenas más ágiles y adecuadas.

-Me lo dice el día en que los padres del niño asesinado Gabriel Cruz pretenden ante un tribunal atar mejor la condena a prisión permanente revisable de la asesina. Eso de aminorar las penas es poco popular en España.

-Hay que precisar. Hay delitos gravísimos, pocos por fortuna, y muchos que no son graves. Me preocupa que estén demasiado castigados los delitos no graves. Los delitos que son muy graves precisan penas especiales, largas y severas. Pero por fortuna la mayoría de personas encarceladas no están condenadas por asesinatos como el de ese niñito, sino por tráfico de drogas.

-Ha sido usted la alcaldesa de Madrid que más y mejor se ha llevado con Barcelona. En septiembre pronunció un pregón de la Mercé lleno de sentimiento. ¿Cómo está ahora su relación con esa ciudad y con su alcaldesa?

-Pues muy bien. Tenemos buena relación. Nos mandamos de vez en cuando correos… Yo la valoro mucho. Creo que Ada Colau es una política excepcional, una buenísima persona y una muy buena amiga. Sigo teniendo relación, con mucho gusto, con el mundo catalán. Me atrae enormemente. Me encantaría que entre todos fuéramos capaces de encontrar una manera de seguir viviendo todos juntos.

-¿Ve menos inflamada la fractura en Cataluña?

-No lo sé con detalle; me gustaría que estuviera menos inflamada. Creo que cualquier cosa que signifique hablar, ayuda. Si se dan pasos para hablar, iremos siempre mejor.

-Es una conversación que nace en parte de la necesidad para la investidura de Sánchez, y de cómo quedó conformado el Congreso. Así ¿puede dar algún resultado?

-Sí puede dar resultado. Los procesos de diálogo y negociación sobre temas tan complejos no son un esparadrapo que se pone, no son una purga de Benito, sino un camino. Ya solo el camino es para mí un reto positivo.

-Ada Colau propone suprimir el puente aéreo para no contaminar. Si le llega a pillar la propuesta en la alcaldía de Madrid, ¿la habría apoyado?

-No conozco exactamente el proyecto. Lo analizaría, porque es interesante cualquier medida que se estudie para reducir la contaminación, siempre que con eso no se limite la necesidad de comunicación de ambas ciudades.

-También Barcelona ha pedido la cocapitalidad…

-A mí no me parece que fuera ningún problema. Pero de cambios de ese tipo hay que ver los anticuerpos que generan, valorarlos con prudencia, porque pueden generar más virus que efectos positivos.