Desde hace casi tres años, Artur Mas no puede ser candidato. La sentencia que lo condenó por la consulta del 9-N del 2014 -junto a los entonces consejeros Joana Ortega, Francesc Homs e Irene Rigau- lo inhabilitó para presentarse a las elecciones. Hasta hoy. Sin embargo, según fuentes cercanas al expresident, no tiene intención ni ganas de volver a la arena política.

La figura del sucesor de Jordi Pujol sigue siendo un termómetro de la evolución de la antigua Convergencia Democrática de Cataluña (CDC). Mas recibe muestras de apoyo y peticiones para que regrese, en una intensidad directamente proporcional a la cada vez mayor complejidad de la crisis interna en todo el espacio posconvergente.

Al mismo tiempo, los fieles al expresident Carles Puigdemont creen que la figura de Mas está vinculada al pasado, a la vieja política y a la corrupción de Convergencia.

Mas, según su entorno, está convencido de que estas críticas están ya amortizadas electoralmente y reivindica su honestidad y transparencia personales a lo largo de su carrera política. Lo cierto es que el último paso al lado que dio el expresidente, cuando dejó la presidencia del partido PDECat, tuvo mucho que ver con el fallo del caso Palau que consideró probada la financiación ilegal de CDC a través del Palau de la Música. Solo existe una posibilidad de que Mas vuelva: que la descomposición de la antigua CDC sea de tal calibre que se le reclame un papel preponderante. Y de momento, no parece que ese sea su deseo.