E l acuerdo del PSOE y de Unidas Podemos para los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del 2021 está ya próximo. Es la batalla política más importante para el Ejecutivo. Hacia fuera, porque lograr aprobarlos le dotará de la estabilidad que necesita, y hacia dentro, porque se libra un fuerte pulso entre los socios. Los socialistas no quieren cerrar puertas, ni a ERC ni a Ciudadanos. Y los morados buscan afianzar el bloque de la investidura.

Pablo Iglesias quiere sacar a los naranjas de la ecuación. Es más, cree que lo conseguirá. El vicepresidente segundo se lo trasladó ayer a sus compañeros de Podemos en la reunión telemática del consejo ciudadano estatal. «Muy pronto» Pedro Sánchez y él presentarán el borrador de Presupuestos, avanzó. «Y os adelanto que a quienes forman el bloque de la gobernabilidad con la extrema derecha no les va a gustar», vaticinó, en clara alusión a Cs.

El jefe de los morados estima que el proyecto espantará a Inés Arrimadas porque dejará ver la «influencia» de Podemos, porque serán unos PGE «ambiciosos», expansivos y con «algunos avances en materia de justicia fiscal».

El vicepresidente subrayó que en estas semanas se ha «constatado» la «disposición» de los socios de investidura, ERC y Bildu, así que «depende fundamentalmente del Gobierno» sacar las cuentas con la mayoría que dio a Sánchez el poder, «la única mayoría que puede dar estabilidad a la legislatura y sentido histórico a años que van a ser de reconstrucción». Es la vía, agregó, que «desean» los votantes de izquierdas.

Sin embargo, nada está cerrado para el PSOE, y su voluntad es sumar apoyos transversales, como ha venido reiterando Sánchez. Hacienda acepta ajustes en algunas figuras fiscales, pero no una subida de impuestos, tanto por el contexto de crisis como por razones políticas: no ahuyentar a Cs. El jefe de Podemos sostuvo que es momento de que España «avance» hacia una «nueva república». Confirmaba así, una vez más, su deseo de marcar distancias con el PSOE en una cuestión sensible para su parroquia electoral. El «horizonte republicano», siguió, significa fortalecer los servicios públicos, la igualdad, la cultura, y «dejar atrás» un modelo económico basado en la «especulación inmobiliaria y en la exclusividad del turismo», de los que fue «eficaz promotor» la Corona.