José Pedro Pérez-Llorca lamentó el pasado 6 de diciembre, en el cierre de la conmemoración del 40º aniversario de la Constitución española, la crispación que hoy caracteriza a la política. Él fue uno de los siete padres de la Carta Magna y defensor a ultranza del diálogo y el acuerdo. Ahora, avisó, «no hay un anhelo común como había entonces».

Aquejado de una enfermedad pulmonar, ha muerto con 78 años, dejando atrás una «ira» que percibía en el ambiente muy alejada, señaló hace solo dos meses, del consenso de finales de los setenta. Al menos tuvo tiempo para recibir el homenaje de las Cortes españolas a los padres de la Constitución.

«Siempre estaba dispuesto a escuchar y atender», recordó ayer Miquel Roca, otro de los ponentes de la Constitución -solo él y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón siguen vivos-. Fue, destacó, «el hombre constructivo, el hombre que aportaba soluciones, el hombre con el que podías entenderte». Herrero y Rodríguez de Miñón apuntó al «relieve político excepcional» del político, diplomático y jurista.

Elegido diputado de la UCD el 15 de junio de 1977, en las primeras elecciones tras la restauración de la democracia, fue ministro de Asuntos Exteriores, de Administración Territorial y de la Presidencia con los gobiernos de Adolfo Suárez, y negociador de la incorporación de España a la OTAN.

Hace un año, cuando fue invitado, junto a sus compañeros de ponencia del texto aprobado en 1978, para abrir las comparecencias ante la comisión del Congreso encargada de evaluar el Estado de las autonomías, aconsejó, antes de reformar la Constitución, rebajar la crispación: «Ustedes verán. Habría que procurar que la atmósfera se limpiara un poco».

Para que llueva, dijo recurriendo a un símil meteorológico, hacen falta unas condiciones de «presión y temperatura» que «no se dan» en la sociedad española actual.

«Meros escribanos»

Sobre el papel de los padres de la Constitución, solía decir: «Fuimos meros escribanos de la voluntad ciudadana». Una definición que reflejaba una humildad que ayer resaltaban quienes le conocieron.

Nacido en Cádiz en 1940, se ha ido apenas una semana después que otro histórico, Xabier Arzalluz. Ambos negociaron, cada uno a un lado de la mesa, el Estatuto de Gernika después de que el PNV no se sumara al consenso del 78.