Será complicado encontrar a un solo ciudadano que, en mayor o menor medida, no haya extraído de estas durísimas semanas de miedo, luto, alarma y confinamiento alguna lección de vida. De resistencia. Los miembros del Gobierno no son una excepción. Ni en lo personal -varios ministros y una parte de sus familias resultaron infectados por el covid-19- ni tampoco en lo profesional.

«Solo hay algo peor que mirar pantallas o papeles con números que pueden marcar un colapso económico y social en tu país: mirar cifras de compatriotas muertos», resume un político con cartera ministerial pendiente ahora, dice, de amenazas de rebrotes y noticias sobre vacunas por encima de ninguna otra cuestión considerada relevante en el ministerio donde ejerce.

No han sido semanas sencillas para los gestores del país. Ha habido acuerdos y decisiones loables, pero también exceso de crispación, falta puntual de datos claros en asuntos delicados como el registro de muertos por covid y rectificaciones clamorosas. Pese al ruido, ninguna comunidad ha sacado los pies del tiesto provocando consecuencias impredecibles y, además, se ha fomentado el diálogo con las conferencias de presidentes semanales.

LA UE, LA BRÚJULA / No obstante, las inminentes elecciones gallegas y vascas, el 12 de julio, y la expectativa de comicios catalanes que siguen buscando hueco en el calendario -con la posible inhabilitación otoñal de Quim Torra en el horizonte- provocarán una subida de tono. Sin duda. De hecho, el próximo fin de semana los líderes de distintos partidos empezarán a mitinear. Ojo, en actos políticos en tiempos pandémicos, con escaso aforo, mascarillas y distancias.

Y si las campañas que ya tocan a la puerta, las sesiones en las Cortes o las vueltas que se le dará a la convocatoria de la mesa de Cataluña (prevista para julio) ayudarán a recuperar la «normalidad» a la que nos tienen acostumbrados los políticos, será la UE la que, en realidad, marque nuestro norte: desde allí saldrán los fondos -sobre la mesa 750.000 millones a repartir- sin los cuales será inviable la «reconstrucción». Porque finalizado el estado de alarma, despejadas al menos temporalmente las ucis y abiertas las fronteras, parece obvio que urge reconstruir este país, a fin de hacerlo más fuerte y resiliente ante potenciales brotes víricos. Y ahí todos los que tienen algo que decir en las instituciones y la sociedad deberán elegir, sin margen para postureos, entre la pala, para ayudar a reedificar, o la maza.

El primer test será el debate europeo. En Bruselas se acordará el reparto de la liquidez o los créditos, pero también las fórmulas para poder ejecutarlos. Como derivada, de su lectura se intuirán el tipo de alianzas políticas que Sánchez deberá buscar, en España, en meses venideros, así como la facilidad o dificultad para sobrellevar su coalición con los morados. De la inteligencia y fortaleza con la que se siembre en Europa dependerá la cosecha española de los próximos años. También la credibilidad de sus futuros presupuestos para «reconstruir», unas cuentas que Sánchez prevé aprobar antes de final de año para garantizar un respiro a las arcas nacionales, pero también una legislatura larga. ¿Con quién lo hará?

Él no descarta nada. Ni siquiera al PP, para intentar negociar en un contexto de emergencia nacional. De entrada hará una ronda en los próximos días para solicitar «unidad» ante el Consejo de la UE, una vez que los populares se han descolgado avalando que se le pongan a España condiciones... un peligroso argumento ante los recelos de los Estados del norte para ser generosos.

NEGOCIACIONES ABIERTAS / Habrá conversaciones con los del PP y, por supuesto, con Cs, partido con el que se fomenta el acercamiento desde los despachos socialistas del Gobierno de coalición, por más que en los morados escueza la idea. Iglesias y los suyos prefieren pactos con los socios de investidura, contando con la abstención de ERC y mimando, en lo posible, a sus dirigentes. Sánchez apuesta por jugar a todas las bandas posibles para no desperdiciar oportunidades. Como las otorgadas por Inés Arrimadas en estado de alarma.

Y mientras se mira a Europa y se hacen números para el Congreso, se busca el empoderamiento de la sanidad pública y la reordenación del modelo industrial. Presidencia quiere garantías de un abastecimiento de material sanitario suficiente, para evitar nuevos sustos. De estas cuestiones se ha de hablar en la comisión de «reconstrucción», además del fortalecimiento de la protección social, con especial atención a los mayores. Lo ocurrido en las residencias quema en las manos.

A eso súmesele que la educación espera ley (y pautas claras para iniciar el curso) y la ciencia una inversión real al nivel de la gravedad de lo sucedido. Sánchez ha encargado a cien economistas, científicos, sociólogos y expertos de «distintas sensibilidades ideológicas», cuyo nombre no ha trascendido, un plan estratégico hasta el 2050. Hay prisa.