Pedro Sánchez dijo al comienzo de la pandemia del covid-19 que no iba a «perder ni un gramo de energía» en defenderse de los ataques de la oposición. Ayer acusó al PP de «usar el virus» para «derrocar al Gobierno legítimo». Pablo Casado aseguró hace dos días que iba a ser «moderado». Ayer responsabilizó a Sánchez de «difundir el veneno de la confrontación», «ocultar las alertas sanitarias» y «abusar» del estado de alarma. Un día más en el Congreso de los Diputados, donde la crispación política no termina de alcanzar su techo.

El presidente del Gobierno y el líder del PP volvieron a poner de manifiesto su incapacidad de llegar a un entendimiento mínimo, por muy grave que sea la situación. Ambos se acusaron de ser incompatibles con el pacto. Fue un diálogo de sordos, con Casado asegurando que el Ejecutivo central miró hacia otro lado en febrero y principios de marzo, mientras se reproducían los avisos sobre el coronavirus, de comprar «mascarillas y test defectuosos», de aprovechar el periodo excepcional (que concluye el 21 de junio) para llevar a cabo acciones poco democráticas, de tener la «peor cifra de muertos por habitantes» del mundo y la «peor gestión económica».

UNIDAD O BRONCA / «Nos hemos enfrentado a la mayor pandemia en 100 años», le contestó Sánchez, que argumentó que la alarma «ha salvado la vida de 450.000 personas», según organismos científicos, y repasó las iniciativas sociales aprobadas por el Gobierno, como los ERTE y el ingreso mínimo vital. «¿Qué han hecho ustedes?» -le preguntó al líder del PP-. Han creado un frente común con la ultraderecha usando el virus para derrocar un Gobierno legítimo y democrático. La cuestión a dirimir es si su camino es el de la unidad o el de la bronca. Si es el de la unidad, aquí está el Gobierno. Si es el de la bronca, ahí tiene a la ultraderecha».

Pero según Casado, es Sánchez el que imposibilita cualquier acuerdo. El jefe de la oposición se detuvo en las ofertas de pactos de Estado que ha lanzado a raíz del estallido de la pandemia, como un plan para la reactivación económica de España, la creación de una comisión en el Senado para abordar cuestiones sociales y la puesta en marcha de una oficina para atender a las víctimas del covid-19 y sus familiares. Frente a esta actitud, continuó el líder del PP, Sánchez ha «recuperado la mesa de la autodeterminación con ERC y ha pactado con Bildu la derogación de la reforma laboral».

La crispación siguió campando con el hemiciclo durante toda la sesión de control al Gobierno. En especial, durante el intercambio entre la portavoz de los conservadores, Cayetana Álvarez de Toledo, y la vicepresidenta Carmen Calvo, a quien la primera acusó de extender «el bulo» de la implicación del PP en un intento de golpe de Estado. Finalmente, la vicepresidenta le ha invitado a tomarse un café juntas «con dos horas por delante» para tratar de construir un debate «productivo e interesante» sobre la verdad y el compromiso del Gobierno con esta.

IDENTIFICACIÓN CON VOX / A Sánchez no le viene mal la confrontación extrema con el PP, al que el Gobierno busca identificar en todo momento con Vox. La tesis del Ejecutivo encuentra sus principales argumentos en las intervenciones de Casado y las dos ocasiones en que su partido votó en contra de prorrogar la alarma, pero perdió un poco de fuerza debido al apoyo de los conservadores, en el último momento, al ingreso mínimo vital, cuyo decreto fue convalidado ayer por el Congreso.

La Moncloa dice querer ahora que el PP vote también a favor del decreto que regula la «nueva normalidad», que se someterá al examen de la Cámara baja la semana que viene y estará en vigor hasta que no haya una vacuna, pero los de Casado, de nuevo, se quejan de no haber sido llamados para empezar a negociar, como Sánchez sí ha hecho con sus socios de ERC y con Cs y el PNV.

Poco después, el presidente tuvo que responder a una cuestión que le resulta más incómoda: la posibilidad de aplicar recortes. A preguntas de Mertxe Aizpurua, portavoz de EH Bildu, el líder socialista evitó cerrar esa puerta. Las desviaciones del déficit, se limitó a explicar Sánchez, se «atajarán» con más crecimiento y «justicia fiscal». El «debate» de los recortes, concluyó, es «interesado» y «de parte».