El Gobierno considera que la crisis abierta en Cataluña tras la sentencia del 1-O puede dar paso a una nueva etapa, pero el espíritu de ese próximo ciclo no está escrito, sino que dependerá de cómo se afronte este periodo de convulsión social y política desde Madrid y desde Barcelona. El Ejecutivo ha asumido que las fuerzas independentistas, en su lucha por la hegemonía, tratarán de alimentar el impacto emocional que para millones de catalanes tienen las penas de cárcel a los líderes del procés y conducirlo hacia la confrontación. Si a partir de ahora se imponen las movilizaciones pacíficas o vuelven los episodios de violencia está por ver, pero han llegado a la conclusión de que hay un riesgo cierto de que el conflicto lejos de amainar se cronifique.

También sostienen que para salir de este escenario serán necesarias elecciones generales y catalanas que clarifiquen a los protagonistas. En el corto plazo, la Moncloa sabe que Cataluña va a sacudir el voto del 10 de noviembre. Hacia dónde es la gran incertidumbre. Ante la duda, Sánchez prevé intensificar su agenda en Cataluña en la recta final de la campaña electoral. Fuera, intensifica su azote al independentismo. «Estamos arreglando España» y «estamos poniendo en cintura a los violentos» fue el mensaje que dejó en su primer mitin tras la sentencia, anoche en Ciudad Real.

Fue un día largo. Cuando el presidente llegó a Barcelona, por la mañana y por sorpresa, la ciudad llevaba dos noches sin incidentes de gravedad, pero aun así, se encontró con las protestas de los independentistas persiguiéndole a pie de calle. Estrechó las manos de los mandos policiales, a quienes agradeció su «profesionalidad», pero también recibió abucheos e insultos de un grupo de personal del hospital Sant Pau, donde visitó al agente herido de gravedad tras saludar a otros efectivos ingresados en el Sagrat Cor.

En la Jefatura Superior de Policía admitió que el conflicto va para largo. «La crisis no ha acabado. Tenemos que persistir, ellos probablemente quieran persistir, cronificar esta crisis. Nosotros somos mucho más resistentes», señaló el presidente en funciones.

La Moncloa considera que el eslabón débil en la reacción a la sentencia es Quim Torra, a quien ven «cada día más aislado», en una situación que consideran «insostenible». Creen que su insistencia por reunirse con Sánchez es solo una cortina de humo para ocultar su debilidad. El jefe del Ejecutivo no contempló ni un segundo la posibilidad de entrevistarse con él -sí habló por teléfono con la alcaldesa Ada Colau-.

Antes de volar hacia la capital catalana ya había advertido por carta a Torra que sin condenar de forma tajante la violencia, sin respaldar a todos los cuerpos de seguridad y sin actuar como president de todos los catalanes, no iba a sentarse a dialogar.

La misiva llegaba después de la que había sido enviada por el líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, que le exigió esa misma contundencia antes de reunirse con los grupos políticos del Parlament o de retomar la labor del Espacio para el Diálogo.

Sánchez había recibido numerosas advertencias en contra de repetir los comicios justo después de la sentencia del procés. Varios barones y dirigentes históricos del PSOE le transmitieron su preocupación. Los argumentos no hicieron mella en el presidente, convencido de que la incertidumbre territorial, el brexit y el enfriamiento económico, beneficiarían al PSOE, por la centralidad que supone estar en el Gobierno ante una panorama repleto de «amenazas».

Ahora, en cambio, son muchos los dirigentes que muestran su preocupación por el coste electoral que el conflicto independentista puede tener. Todos comparten la respuesta «moderada», rechazando por el momento tomar medidas extraordinarias, pero temen que si la crisis se enquista, el PP se beneficie en las urnas. Porque este, recuerda un líder territorial, «es un escenario en el que la derecha se mueve mejor».

Los colaboradores de Sánchez creen que los votantes acabarán valorando la «proporcionalidad», confían en que la violencia vaya a menos e insisten en que PP, Cs y Vox no sumarán el 10-N. La hipótesis con la que trabajan es la abstención de Casado.