Pedro Sánchez ha anunciado este sábado, pocas horas antes de que Mariano Rajoy sea investido presidente del Gobierno, su renuncia al escaño en el Congreso de los Diputados. Se trata, ha dicho durante una emocionada declaración en la que ha estado al borde del llanto en un par de ocasiones, de un “paso a un lado momentáneo”. Porque Sánchez quiere recuperar el liderazgo del PSOE, que tuvo que abandonar el pasado 1 de diciembre al comprobar que estaba en minoría en el comité federal socialista, y ha lanzado su candidatura para las primarias del partido, que tendrán lugar el año que viene.

“No dejo la política. Vuelvo a empezar en ella como un militante más, que en el próximo congreso trabajará para reconstruir un PSOE autónomo del PP donde la militancia haga valer su voz. Estoy en profundo desacuerdo con facilitar un gobierno de Rajoy. Ante la decisión de la gestora de votar en bloque, o me abstenía y quebraba mi palabra o mantenía mi rechazo e iba en contra de una resolución de mi partido. No iré contra mi partido ni contra mi compromiso personal. A partir del lunes cojo mi coche para escuchar a los militantes del PSOE. Vamos a recuperar entre todos el PSOE”, ha dicho en una comparecencia en la que no ha admitido preguntas.

NERVIOS EN TODO EL PARTIDO

Sánchez ha conseguido poner nervioso a todo el PSOE a lo largo de esta semana. A sus fieles, que le impulsaban a desacatar el mandato del último comité federal del partido, en el que se aprobó la abstención. Y a sus adversarios internos, que le forzaron a dejar el liderazgo socialista al tumbar su propuesta de un congreso relámpago. La gestora temía que si el exsecretario general se sumaba al grupo de desobedientes (integrado por los siete diputados del PSC y unos ocho del PSOE) este llegara a alcanzar a unos 25 o 30 parlamentarios.

El organismo que pilota el PSOE dejó incluso la puerta abierta a una posible suspensión de la militancia de Sánchez al suponer la desobediencia una “falta grave”, según los estatutos del partido, algo que le impediría concurrir a las primarias para recuperar el liderazgo. “No contemplamos esa medida, pero tampoco contemplamos que un exsecretario general no cumpla con el mandato del comité federal”, señalaron el pasado viernes fuentes de la gestora.

LAS RELACIONES CON EL PSC

“No puedo ocultar cuán dolorosa es la decisión que tomo”, ha señalado Sánchez. En eso momento ha tenido que detenerse por la emoción. “Pido a la gestora que no escoja el camino de la expulsión del grupo y del partido de quienes no se abstengan”, ha continuado el exsecretario general, reclamando la posibilidad de que se permita el voto en conciencia, algo que la actual dirección socialista rechaza porque considera que es un derecho reservado a materias como “el aborto y la eutanasia”.

Sánchez también ha reclamado el mantenimiento de los vínculos entre el PSOE y el PSC, que la gestora quiere cambiar, como publicó el viernes EL PERIÓDICO, forzando la salida de los socialistas catalanes de los órganos del PSOE. “Somos muchos los que defendemos el actual marco de relaciones entre el PSOE y el PSC. Somos muchos los que defendemos al PSC”, ha explicado.

Y por último, un nuevo guiño a las bases, a las que ha apelado constantemente durante su declaración. “En la gestora deberían poner fecha este lunes a la convocatoria del congreso. Los militantes queremos votar. Defenderé el derecho de toda la militancia para corregir el error de la gestora”, ha concluido Sánchez, quien deja el Congreso para poder librar la guerra orgánica.

El exsecretario general no tenía ninguna salida sencilla. Si se abstenía, iba en contra de lo que siempre había defendido. Si acudía a su escaño y mantenía su rechazo a Rajoy, hubiese roto la disciplina de voto, por la que debería velar como secretario general. Si optaba por ausentarse, iba a ser acusado de ponerse de espaldas y dejar solos a quienes continúan defendiéndole. Y si decidía renunciar a su escaño, como al final ha hecho, no podrá ejercer en el Parlamento el liderazgo de la oposición si logra recuperar el mando del partido.