La dirección del PSOE decidió bajar el tono pocos días después de las elecciones andaluzas. En lugar de enseñar a las claras la puerta de salida a Susana Díaz, como hicieron en un primer momento al ver el inesperado batacazo del 2 de diciembre, la cúpula socialista optó por esperar. Pero eso no significa que el enfoque haya cambiado. La cuestión no es si Pedro Sánchez intentará forzar la retirada de la expresidenta autonómica, sino cuándo lo hará. La idea es aguantar hasta después de los comicios municipales del 26 de mayo, porque una guerra abierta podría «desangrar el partido», y a partir de ahí intentar que Díaz, histórica enemiga interna de Sánchez, se marcha por su propio pie.

Pero la líder del PSOE andaluz no piensa hacerlo. «Espero tener la confianza de los andaluces cuanto antes», dijo el pasado miércoles, durante el debate de investidura de Juan Manuel Moreno, en el que ella se despidió del poder autonómico. Convencida de que el pacto entre el PP, Ciudadanos y Vox tiene un horizonte muy complicado, y que quizá la legislatura que acaba de empezar sea corta, el plan de Díaz pasa por continuar en el Parlamento andaluz y presentarse de nuevo a las elecciones autonómicas, sean cuando sean. Por el camino, mantendrá su oposición a la línea de Sánchez. «Con mi secretario general puedo tener discrepancias políticas», le dijo a Moreno durante el debate, cuando este le preguntó si comulgaba con la estrategia del presidente del Gobierno de mantener la mano tendida a ERC y el PDECat, cuyos diputados en el Congreso son fundamentales para aprobar los Presupuestos.

Pero en la dirección del PSOE creen que ya no puede. Los colaboradores de Sánchez trasladan que se ha acabado la época en la que Díaz, que intentó sin éxito alcanzar el liderazgo socialista dos años atrás, hacía más o menos lo que ella quería. Ahora Sánchez es presidente del Gobierno y ella está en la oposición, después de 37 años de dominio ininterrumpido del PSOE en Andalucía. Su perfil, explican en la cúpula del partido, resulta «muy poco adecuado» para esta etapa, en la que el nuevo gobierno autonómico, formado por el PP y Ciudadanos con el apoyo externo de la ultraderecha de Vox, buscará en los cajones todo tipo de pruebas de una supuesta mala gestión por parte de la expresidenta, para refugiarse en la herencia recibida. «Se necesita un dirigente nuevo», señalan en el PSOE. El nombre que más suena es el de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

NINGÚN RESPALDO / Aunque la guerra abierta no llegará en principio hasta después de mayo, antes habrá una primera batalla: las listas para las municipales. Hace unos meses, con la confección de las candidaturas para las andaluzas, Sánchez dejó hacer. Aquellas listas rezumaban susanismo: entre los 33 diputados socialistas en el Parlamento andaluz, hay 10 exconsejeros, además de la propia Díaz. El presidente del Gobierno pensó entonces que no merecía la pena intentar meter mano en ese terreno, porque la expresidenta revalidaría su poder, como señalaban todas las encuestas, y que eso le serviría para reforzarse en la Moncloa. Pero no fue así. Esa permisividad no se va a repetir ahora.

Mientras tanto, los máximos dirigentes del PSOE evitan respaldar a Díaz. La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, no apostó ayer por la continuidad de la expresidenta. «Todo el mundo está por debajo de las siglas», dijo en Antena 3.