La última vez que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó Barcelona, el pasado octubre, salió abucheado por la puerta de atrás del Hospital de Sant Pau. Cuatro meses después, fue recibido con todos los honores en el Palau de la Generalitat por el president Quim Torra y ambos mostraron la voluntad de abrir una nueva etapa de diálogo tras hora y media de reunión.

El grado de confianza en este diálogo, con todo, es distinto según se mire desde la Moncloa o desde el entorno de Torra y JxCat. Mientras Sánchez habló ayer de forma solemne de abrir un nuevo ciclo tras una última década «lamentable» y prometió iniciar la mesa de diálogo este mismo mes de febrero, Torra advirtió de que previamente han de darse las condiciones y garantías suficientes y reclamó de nuevo concreción respecto a sus objetivos de máximos: la autodeterminación y la amnistía. Al respecto, Sánchez dejó claro que la distancia es abismal entre ambos y quiso llevar el diálogo al terreno de los avances en autogobierno.

A pesar de que sus metas son divergentes y de que las expectativas de éxito se perciben de forma muy distinta por cada parte, lo cierto es que la cita en Barcelona bien puede ser un punto de inflexión en la relación entre el Gobierno y la Generalitat.

LIDERAR LA MESA / La reunión ancla a ambos dirigentes a una mesa de diálogo. Sánchez y Torra han pasado de mostrar cierto desinterés por este nuevo foro a comprometerse a presidir la primera reunión que se celebre. Aunque con el horizonte de las catalanas está por ver cuánto puede progresar el diálogo en los próximos meses, lo cierto es que ahora se hace más difícil un abandono abrupto de la vía política. La mesa se hará sin mediador, según Sánchez, porque será tan transparente que los 47 millones de españoles serán testigos.

En segundo lugar, la reunión es sustantiva porque rebajó claramente el clima de crispación social y política. El Gobierno llegó augurando gestos de Torra para «tensionar» y salió especialmente «satisfecho». «Ha ido fenomenal», señalan fuentes del Ejecutivo, convencidas de que el encuentro fue «muy positivo». Desde la Moncloa subrayan que ese clima recién estrenado es fruto, en buena medida, del trabajo desplegado por el Gobierno desde las elecciones generales hasta ahora. En la Generalitat sacaban también pecho al recordar que Torra llevaba meses intentando dialogar con Sánchez, que se había incluso negado a atenderle telefónicamente.

OBJETIVOS Y PROPUESTAS / El presidente llegó a la Generalitat preparado. Sabía que Torra le iba a plantear la autodeterminación y la amnistía, donde no está dispuesto a ceder, pero no quería responder con un portazo, para evitar darle munición contra el diálogo. Frente al sueño del independentismo, apostó por un autogobierno «que aglutina a más catalanes». Frente a las propuestas de máximos, Sánchez habló de soluciones concretas. Las llevaba en un documento -que según el Govern no explicó a Torra durante el encuentro- del que destacan su compromiso por el diálogo dentro de la seguridad jurídica, el compromiso de que los Presupuestos del Estado inviertan por primera vez en Cataluña lo fijado por el Estatut y la promesa de anular la sentencia contra el expresident Lluís Companys.

Más empático que nunca, Sánchez insistió en trasladar una voluntad de reencuentro y, aunque auguró que quienes apuestan por la confrontación tratarán de poner zancadillas, sostuvo que acabará por imponerse la conciliación. Evitó decir cómo afectarán las elecciones catalanas a este diálogo o si sigue considerando viable aprobar los Presupuestos Generales antes del verano. Torra fue cordial pero marcó distancias. Centró la conversación en el soberanismo. Tras la cita, avisó que primero trasladará la reunión al independentismo para que la valore. Y después serán los equipos técnicos de ambos gobiernos los que perfilen las condiciones de la mesa bilateral.

DIANA DE LA DERECHA / La visita de Sánchez fue la diana de todas las críticas de la derecha española, que vio una oportunidad para tratar de minar el nuevo Gobierno. PP, Vox y Cs cargaron, ayer, contra el presidente del Gobierno por citarse con el «inhabilitado» presidente de la Generalitat. El líder popular, Pablo Casado, reprochó a Sánchez que se plegara a las exigencias de Torra para celebrar el encuentro: «Lo que hoy estamos viendo es un presidente del Gobierno que va a rendir pleitesía a una persona inhabilitada mientras es recibido como un visitante extranjero».

En una reunión del grupo parlamentario conservador en el Congreso para planificar el comienzo de la legislatura, Casado tachó a Sánchez, una vez más, de «rehén» de ERC y JxCat, informa Miguel Ángel Rodríguez. Se sumó a los reproches la portavoz parlamentaria de Cs y, previsiblemente, futura líder del partido, Inés Arrimadas.

De los pocos que aplaudieron la reunión y las posteriores declaraciones fue Pablo Iglesias, que celebró en Twitter «una nueva oportunidad» tras «años de falta de diálogo».