-¿Cómo ha afectado el procés a la imagen exterior de España?

-Una propaganda negativa y deformante la ha dañado. Tenemos que volver a ponerla en su sitio contando las cosas como son. No digo que no tengamos problemas, ni que no hayamos cometido errores, pero se ha proyectado la imagen de una España neofranquista, un verdadero revival de la leyenda negra. Decir que hoy las instituciones españolas funcionan como en el franquismo es un abuso del lenguaje que no se puede permitir, aunque solo sea por respeto a quienes de verdad sufrieron ese régimen.

-¿Cómo se propone hacerlo?

-Explicando hechos y datos. Por ejemplo, cómo califican a nuestras instituciones los ránkings internacionalmente aceptados. En algunos medios y universidades se ha comprado el relato de un pueblo oprimido, víctima de un estado represor que lo expolia, le impide expresarse libremente y el normal uso de su lengua. Ningún gobierno del mundo lo ha creído. Ahora tendremos que hacer, además, diplomacia social y mediática. Y plantar cara cuando se digan falsedades. Algunas cosas son fáciles de explicar: si en España la justicia no es independiente, ¿cómo se entiende la condena del caso Gürtel, que hizo caer al Gobierno?

-¿Qué puede y qué no puede hacer el Gobierno, en el plazo que tenga, para encauzar el conflicto catalán?

-Rebajar la tensión dialéctica; el cruce de invectivas debe dejar paso a la argumentación. El Gobierno debe resolver los problemas reales donde los haya: infraestructuras, transportes... Donde haya un problema real habrá que resolverlo. Lo que no tiene arreglo son los problemas imaginarios; solo podremos explicar su componente imaginaria.

-¿«Problemas imaginarios»?

-Un ejemplo: Torra insiste en que Cataluña tendría 16.000 millones contantes y sonantes más al día siguiente de la independencia. Eso no es cierto y habrá que explicarlo. Es matemáticamente incompatible con lo reconocido por Mas-Colell: que Cataluña aporta según su PIB y recibe según su población. Y cuando se aborde la financiación autonómica habrá que explicar cuál es la situación relativa de cada comunidad. Habrá que explicar las cosas tal como son, lo que probablemente no se ha hecho, o se ha hecho poco, y abordar de frente los problemas que afectan a la vida cotidiana de la gente en los que haya retrasos injustificados o el trato no haya sido equitativo.

-El 47% de los catalanes votan independencia. Eso no es imaginario, ni es fácil que cambien de opinión...

-En efecto, el problema es más grave y profundo. Una parte importante de los catalanes que votan independencia ya son psicológicamente independientes, han roto los nexos culturales e identitarios con España. Lo dijo Junqueras: «Aunque España fuera el mejor país del mundo, yo no sería español por dignidad.» En estos términos, hay poco que discutir; en términos binarios, entre el 0 y el 1, no hay término medio. Pero otros catalanes que votaron a favor de la independencia pueden entender que existen soluciones mejores, menos traumáticas y costosas, para resolver los problemas de Cataluña.

-¿Cree que el independentismo facilitará la distensión?

-El independentismo está muy dividido entre los del cuanto peor, mejor, los que llevaron a la declaración de independencia que se saldó con una huida de fin de semana, y quienes creen que por esta vía no se puede avanzar, entre otras cosas porque con el 47% no tienen suficiente base social. Sería interesante saber cuándo descubrieron que no tenían suficiente base social. En fin, nunca es tarde si la dicha es buena.

-¿Qué indica el choque con Torra en EEUU ante la cita con Sánchez?

-Mejor no hacer balance de recriminaciones mutuas. Torra mantiene el mismo discurso descalificativo de España y de su sistema político y judicial, de una Catalunya colonizada, subyugada y expoliada, bajo una «crisis humanitaria». Lo hizo en el festival cultural de Washington, donde le replicó el embajador. Ningún embajador se queda impasible ante ataques a su país como los que profirió Torra. Morenés aportó datos internacionalmente contrastados sobre la calidad de nuestro sistema político y judicial, publicados por Exteriores y consultables on line. Conviene hacerlo, porque ya se sabe cómo se deforma lo que se dice. Yo, por ejemplo, nunca dije lo que se me achaca malévolamente de «desinfectar a Cataluña» o «a los catalanes»

-¿Se opone a que el ‘Govern’ reabra las embajadas?

-El Gobierno no se opone a que la Generalitat tenga delegaciones en el exterior para ejercer sus competencias. Pero no se les puede llamar embajadas, porque no lo son, y para abrirlas la ley vigente exige cumplir unos trámites que lamentablemente todavía no se han cumplido.