Podemos espera una llamada para negociar que no llega, la de Pedro Sánchez. Mientras, va enredándose en la madeja de una disputa interna en la que se decide quién controla el poder del partido y qué relación se establece, justamente, con el PSOE. Sin embargo, el pulso no se resolverá en breve y las conversaciones con los socialistas llegarán previsiblemente antes de que pueda haber un cambio en la línea política de los morados, que ahora controla Pablo Iglesias desde la secretaría general. La pugna está abierta en Madrid, Andalucía y Extremadura. Tres procesos de debate que terminarán en noviembre, y contagiarán inevitablemente al congreso estatal de 2017.

En esta lucha por el control, afines a Iglesias cruzan pullas con los cercanos al secretario político, Íñigo Errejón. Ambos dieron órdenes a los suyos para poner fin a la bronca que se desató tras el 26-J, pero la tregua no ha llegado ni al final del verano y el clima es hostil. Sin embargo, nadie disiente en público de la directriz marcada por el líder y asumida por la ejecutiva: Podemos solo apoyará a Sánchez si entra en el gobierno y Ciudadanos se queda fuera.

¿Comulgan todos los dirigentes podemistas con esta decisión? Oficialmente sí, aunque si uno se adentra en los mensajes ‘cifrados’ que van depositando en mítines, redes sociales y entrevistas, se atisban disensos que van más allá de un estilo de comunicación más áspero o más suave. Hay, sobre todo, visiones distintas sobre la identidad del partido y las estrategias de relación con otras formaciones. El propio Iglesias lo admite cuando dice que el debate interno ha de determinar cuál es la posición a mantener, “dura” o “dócil”, con el PSOE.

ESPÍRITU INDÓMITO

El adjetivo no es gratuito. Los ‘pablistas’ han encarado la disputa desde la construcción identitaria y el jefe podemista reivindica un espíritu indómito al que contrapone una docilidad con la que, sin citarle, trata de etiquetar a Errejón. Aquel “no nos vamos a dejar domesticar”. La apelación permanente a la clase obrera. Toda su metacomunicación trata de fortalecer esa imagen de rebelde que se atreve a decir las verdades.

Errejón responde desde el otro lado reclamando transversalidad como único modo de ser mayoría y no bisagra: “La política popular no es la que repite muchas veces ‘pueblo’ como sustituto de ‘clase’. Sino aquella que entiende que el pueblo ha de construirse y asume como objetivo conformar una nueva voluntad general, y no da a los ‘suyos’ por ya constituidos y esperando ‘la verdad’”.

Y en la disputa, una tercera familia, los anticapitalistas, a quienes los afines a Iglesias podrían hacer un guiño e intentar sumar para imponerse a los 'errejonistas'. Las tres corrientes bucearán en sus tesis en la Universidad de Podemos. Del 22 al 25 de septiembre, en Madrid. Inaugura Errejón. Clausura Iglesias.

Desmontando "el orden frente al caos"

La dirección de Podemos asume que el éxito del PP el 26-J radicó en ganar una campaña planteada como un plebiscito en el que los ciudadanos solo podían elegir entre dos polos simbólicos, orden o ruptura. Ahora, con unas terceras elecciones en el horizonte, los podemistas tratan de desmontar ese eje y, apalancados en los escándalos de los populares, buscan evidenciar que bajo ese manto de seguridad prometida anida un avispero de corrupción de consecuencias imprevisibles. En otras palabras: el orden esconde el caos.

Está por ver cómo consiguen hacer compatible el alejamiento de esa imagen de radicalidad con la vuelta al espíritu duro que promulga Iglesias en el otoño caliente de Podemos.