Podemos echa el freno y busca pasar página sin dar imagen de purga. La Ejecutiva morada ha optado este lunes no sancionar a su cofundadora, Carolina Bescansa, tras la polémica suscitada la semana pasada al desvelarse un plan para desbancar al secretario general, Pablo Iglesias. La decisión es la esperada, puesto que a pesar del enfado monumental del aparato, el partido el partido difícilmente podía permitirse transmitir, de nuevo, una percepción de autoritarismo. Después de constatar las críticas y la desilusión con que su electorado ha vivido la enésima crisis morada, los líderes han preferido no ejecutar una expulsión inmediata.

La decisión la ha anunciado el secretario de Organización, Pablo Echenique, quien ha evitado pronunciarse en público si la cúpula espera en que sea ella quien tome esa decisión.

"Todo el mundo ha visto lo ocurrido y es capaz de valorarlo. No hacen falta más valoraciones" , ha señalado Echenique tras insistir en la importancia de haber cerrado un acuerdo con Íñigo Errejón para que este lidere la candidatura a la Comunidad de Madrid para el 2019. "La mejor autocrítica es buscar soluciones", ha opinado.

Presión sobre ella

Con esta decisión, la cúpula de Podemos pone toda la presión sobre la cofundadora, que mantiene su escaño en el Congreso de los Diputados aunque sus cargos orgánicos le fueron retirados tras que Iglesias conquistase todo el poder en Vistalegre 2 (febrero del 2017). En conversaciones informales la dirección del partido asume que es ella quien debe dar un paso atrás, para evitar que sea el partido quien asuma el coste de la polémica.

El escándalo estalló el pasado miércoles. El canal de Telegram de Bescansa publicó un documento en el que se detallaba un plan para arrebatar el liderazgo a Iglesias. Accedía a ir como número dos en la lista de Errejón a la Comunidad de Madrid pero a cambio exigía ser la nueva secretaría general de Podemos en el 2020. El candidato, que se someterá ahora a un proceso de primarias, negó tajantemente conocer la maniobra de Bescansa. Tras un día de incertidumbre y vértigo, Iglesias decidió creer a Errejón y compareció con él y el jefe podemista en Madrid, Ramón Espinar, para escenificar un pacto de unidad.