Podemos tiene apenas dos años de vida y una capacidad innegable para los golpes de efecto, pero responde a los momentos de zozobra tirando del manual de la vieja política. Tras el escándalo ocasionado por la revelación de la pugna interna en la dirección estatal y los conflictos territoriales, la consigna es cerrar filas, bajar el balón al suelo, reducir la presencia mediática y preparar una maniobra que desplace el foco de la crisis orgánica.

En pleno incendio, el miércoles por la tarde, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón se reunieron en el Congreso de los Diputados. Decidieron cerrar filas y negar la crisis. Tras ese encuentro, respuesta de baja intensidad. Ninguno de los dos estuvo el jueves en el Parlamento.

La jefa de gabinete de Iglesias, Irene Montero, fue la única dirigente en lidiar con la crisis desde los pasillos de la Cámara. Negó que exista una lucha de poder interno entre los partidarios de Errejón y del secretario general con unas declaraciones abiertas a la interpretación.“Íñigo es una persona que admira profundamente a Pablo y por eso siempre ha estado a su lado como número dos”, señaló.

El líder solo respondió vía Twitter, negando la mayor y tirando de sentido del humor. Su número dos redactó una carta abierta en la que acusa al PSOE de intentar debilitarles de cara a la negociación para la gobernabilidad, reproche que ahonda en la distancia entre ambos partidos, que dicen querer negociar pero ni siquiera han logrado acordar fecha y formato para retomar el diálogo.

A las críticas de Errejón respondió el número uno del PSOE, con perfil institucional. “No voy a entrar en descalificaciones, en insultos ni en subrayar aquellas cuestiones que nos separan a las fuerzas del cambio. Hoy he escuchado a Errejón señalarnos a nosotros inexplicablemente. Lo que le digo es que somos muy respetuosos con los debates internos de todas las organizaciones”, contestó Pedro Sánchez. Puso el acento en la necesidad de evitar la repetición de elecciones y tendió la mano a Podemos.

NO EXTRAPOLAR LA CRISIS MADRILEÑA

La dirección del partido trata de establecer un cordón sanitario entre los conflictos que afectan ya a seis territorios y la cúpula estatal. Sostiene que la dimisión de diez responsables en la Comunidad de Madrid, considerados afines a Errejón, en protesta por la actuación del jefe regional, Luis Alegre, que es de confianza de Iglesias, no tiene una lectura a nivel nacional. El politburó podemista dice ver en cada autonomía un problema distinto y rechaza que se reproduzca la lógica de pugna interna que se da en su cuartel general, ubicado en la madrileña calle de Princesa entre partidarios de Iglesias y Errejón.