Fuera del tiro de las cámaras, en el Congreso acontece otra sesión paralela a la televisada, esta no protagonizada por los discursos y las propuestas, sino por los aplausos, los insultos y las muecas que se dedican unos diputados a otros. El pleno de este jueves ofreció momentos de teatralidad que permiten aventurar cómo va a ser la legislatura parlamentaria que ahora arranca: una continua ducha escocesa entre el tono combativo de Pablo Iglesias, dispuesto a empapelar el hemiciclo de lemas de la calle -y de Twitter-, y el paternalismo condescendiente de Mariano Rajoy, maestro en el arte de matarte mientras simula que te está perdonando la vida. En medio, el PSOE busca su sitio agarrado al grifo del agua tibia.

El desconcierto de los socialistas lo ilustraba este jueves la política de aplausos con la que despacharon el discurso de su portavoz. Incapaces de aclamar unidos las palabras de Antonio Hernando, el grado de fervor oscilaba entre la efusividad de Eduardo Madina, siempre dispuesto a arrancarse a palmas, y la indolencia de los díscolos, que no aplaudieron en ningún momento. Pedro Sánchez solo se sumó al clamor al final, pero lo hizo flojito, con las manos blandas, sin convencimiento. No en vano se había pasado la alocución de Hernando con la cabeza agachada mirando el móvil. Sobre la perpendicular del grupo socialista, Mario Jiménez, portavoz de la gestora, tomaba nota de todo en la tribuna de invitados.

SONRISA MALÉVOLA

En el estrado hablan los discursos; en la platea lo hacen los gestos. Con sonrisa malévola, Iglesias aplaudía a Rajoy cuando este presumía de las muchas coincidencias que unen al PP y el PSOE. Acomodado en su papel de jefe de la oposición versión dinamitera, el líder de Podemos volvió a incendiar el Congreso con sus dardos. Esta vez fue el “delincuentes potenciales” que le dedico a los populares el que puso el hemiciclo patas arriba. Las cámaras no registraron el “¡sinvergüenza!” que le devolvió María Dolores de Cospedal mientras sus compañeros de fila, en pleno abucheo, tiraban de insultos más gruesos. Minutos antes, Albert Rivera había reaccionado con un “gilipollas” cuando Iglesias ridiculizó sus conocimientos de Historia, según él hilvanados a base de búsquedas de Google.

Se estrelló el portavoz podemita en su propósito de provocar a Rajoy, que esquivaba con cintura y mucha sorna cada uno de sus latigazos.Ya podía burlarse de su torpeza manejando Twitter o sacarle los colores por sus SMS a Bárcenas, que el candidato respondía: “Estoy mejorando, aprenda de mí”. Ya podía Iglesias recordarle que la inmensa mayoría de españoles había votado opciones diferentes al PP, que Rajoy le enviaba de vuelta el argumento advirtiéndole que la mayoría que no ha votado a la formación morada es aún mayor.

Ni siquiera la espantada del grupo de Podemos a cuento de surifirrafe con Rafael Hernando al final de la sesión logró inmutarle. Era todo un cromo el rostro pasmado de Rajoy mientras su grupo y el de Iglesias se cruzaban insultos a la cara.

Se gusta tanto en su perfil beatífico que por la tarde, en respuesta al portavoz del PNV, Aitor Esteban, quien le pidió “menos leña y más grano”, contestó con un pareado: “Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor”, le dijo. Con menos lírica, todas las réplicas que el futuro presidente ofreció a lo largo de la jornada condujeron a la misma conclusión: vale, no soy el mejor candidato posible, pero aquí nadie es perfecto. Ocho meses de Gobierno en funciones y tres intentos de investidura para acabar igual que en ‘Con faldas y a lo loco’.