Lleva días sobrevolando en el ambiente la sensación de que las protestas juveniles ya no se limitan a la sentencia del juicio del procés. Con la acampada iniciada ayer en la plaza de la Universidad de Barcelona queda claro que, efectivamente, el cabreo tiene otros muchos paisajes. Vuelven a hervir símbolos, por ejemplo, del movimiento 15-M, como el acceso a la vivienda, la igualdad de género, el trabajo digno o los derechos sociales. Y brotan algunos de corte más contemporáneo, como la crisis climática. Todo, con el telón de fondo de una generación que se ve sin futuro definido y el apoyo más o menos apasionado, y no obligatorio, a la hipotética república catalana. Los indignados, la autodenominada generación 14-O, se han cargado de motivos. Y este campamento no tiene pinta, si no media intervención policial, de ser aventura de pocos días.

La acampada se iniciaba a media mañana y pronto lograba llenar la plaza de tiendas verdes y azules, con una enorme carpa blanca de donación de sangre en el centro que se vio sorprendida por el asalto pacífico de tanto estudiante. La iniciativa coincide con la huelga de universitarios (indefinida) y de alumnos de bachillerato (de dos días), que está teniendo un seguimiento más bien tímido, con puntas en algunas facultades y en algunas zonas, como en las tierras del Ebro, donde los institutos notaron un 64% de ausencias, por un escaso 12,5% en Barcelona ciudad.

El nivel organizativo que había adquirido la acampada por la tarde, con comisiones de todo tipo para mantener el orden, tanto a nivel de seguridad como logístico, invita a adivinar que la cosa va para largo. A las cinco de la tarde, en una concurrida asamblea, se repartieron tareas y se debatió sobre el motivo que les ha traído a ocupar Universidad.

DERECHOS HUMANOS / En el primer turno de palabra, un hombre de mediana edad preguntó si esto iba de apoyar la independencia. Una joven dijo después que no era partidaria de una Cataluña libre, y que venía para «defender los derechos humanos y combatir la crisis climática». No dio la sensación de que la independencia vaya a ser el hilo conductor de la protesta. Pero sí, porque así lo dice el manifiesto aprobado, «la defensa de la autodeterminación, la soberanía y la amnistía». En media hora hubo más debate político entre partidarios y detractores de la cosa que el que se ha producido entre Generalitat y Gobierno en los últimos años.

Donde sí hubo coincidencia es en la necesidad «de romper con el régimen del 78». Uno de ellos fue incluso más lejos: «Lo que tenemos es el régimen del 36 con apariencia de falsa democracia». Aunque otro le respondió: «No, España no es un Estado fascista, es una democracia burguesa». Todos, en definitiva, convinieron que la cosa está muy mala. Y por ello hoy se van a poner a trabajar en un «programa político» que recogerá todas sus inquietudes en asuntos como la precariedad laboral, el feminismo, la ecología o la vivienda.

LLUVIA DE MOTIVOS / También hubo coincidencia, entre los que se iban pasando el micro en plena Gran Vía, cortada buena parte del día, en que la sentencia es lo que les ha traído hasta aquí. Pero también un «Mediterráneo convertido en un cementerio», un sistema que amenaza «la propia existencia del planeta» o la «represión contra una generación que ha salido a la calle en defensa de sus derechos y libertades». Todo muy familiar, como si al 15-M se le hubiera dado una mano de barniz político.

Isabel, una maestra veterana que se acercó a traer hamburguesas y zumos para los jóvenes, resumía así su apoyo a la protesta: «Esto no va solo de Cataluña, se trata de su futuro, y como decía Willy Brandt, si no eres comunista a los 20 años, no sé cuándo lo serás». La frase del que fuera canciller alemán no era exactamente así, pero el mensaje quedó igual de claro.

El consejo de gobierno de Universidad Autónoma de Barcelona, por cierto, decidió ayer tras una larga reunión que los jóvenes que piden cambiar el sistema de evaluación dispongan de «una prueba de síntesis final», evitando así los exámenes parciales.