La primera visita del Rey a Cataluña desde los hechos políticos de octubre no fue un camino de rosas para el Monarca. Desde varias horas antes de su llegada al Palau de la Música para participar en la cena de bienvenida del Mobile World Congress (MWC), cientos de manifestantes independentistas protestaban en un centro de Barcelona blindado por los Mossos d’Esquadra. Lemas como Libertad para los presos políticos, cacerolas, lazos amarillos y estelades se hicieron omnipresentes.

Felipe VI ya sabía que no tendría un recibimiento institucional cálido. Ada Colau y Roger Torrent cumplieron con lo anunciado y no participaron en el besamanos -aunque sí en la cena posterior- en protesta por la «anómala» situación política en Cataluña. Ambos quisieron representar el malestar de parte de la sociedad catalana con el discurso del Monarca el 3 de octubre, cuando en su opinión se puso al lado de las tesis del Gobierno central en relación al procés. La única autoridad catalana que saludó al Rey a su llegada fue el jefe de los Mossos d’Esquadra, Ferran López.

Pero ayer pudo ver que el rechazo tenía eco también en la calle. Las protestas se quedaron lejos de los números de los grandes días del independentismo, pero centenares de personas se congregaron en la plaza Urquinaona pertrechados con cazos y silbatos. Los Mossos cortaron la Via Laietana a las 17.30 horas, justo cuando los comités de defensa de la república habían convocado a sus seguidores, para impedir el acceso a las inmediaciones del Palau de la Música.

Los servicios de emergencias informaron de que atendieron a cinco heridos leves debido a que algunos de los manifestantes intentaron rebasar el cordón policial y los Mossos respondieron «con la mínima fuerza indispensable», según el cuerpo. La concejal de la CUP en Barcelona María José Lecha denunció que los agentes habían «escondido» a su grupo del Rey «a golpes de porra».

Las protestas se prolongaron durante toda la tarde, y hubo algunos momentos de tensión entre los manifestantes independentistas y otros que, con banderas españolas, apoyaban la visita del Rey. Estaban situados en extremos opuestos de la plaza Urquinaona, y la tensión creció cuando algunos soberanistas -cuyo grupo era mucho más numeroso- se acercaron a la zona donde estaban los españolistas, muchos de ellos llegados desde una concentración que había tenido lugar poco antes en la plaza de Cataluña. Los encontronazos, sin embargo, no llegaron a mayores.