Las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél se han prolongado por séptima jornada consecutiva. Este lunes, una 700 personas se han reunido para expresar, de distintas formas, un malestar que va en múltiple direcciones: por las cargas, la actuación policial, la clase política y por la crisis social y económica acentuada por la pandemia del covid-19.

Tras concentrarse en Arc de Triomf y aguardar una hora bajo la lluvia, la protesta ha puesto rumbo a la Jefatura Superior de Policía, en Via Laietana. A mi Pablo Hasél me da igual, ha dicho muchas cosas que no me gustan, pero no por eso tiene que ir a prisión", dice Carme, estudiante de filosofía de 20 años. "Salgo para denunciar los abusos de la policía y por como se nos criminaliza a los jóvenes cuando criticamos lo que no nos gusta.

"Los jóvenes sufrimos el paro, vemos como será nuestro futuro y hemos dicho basta", remarca Joan, de 21, que cree que los medios ayudan a "criminalizar" la protesta enfocando sólo los disturbios. La tasa de paro entre los menores de 25 años asciende ya al 40%.

Malestar económico y social

Frente a la jefatura, un pequeño grupo de 20 hombres lanza objetos a la policía. Otros recriminan esas acciones y optan por gritar consignas que evidencian que su malestar va más allá de Hasél. "Dónde estáis cuando hay desahucios", les espeta un joven, mientras los Mossos d'Esquadra advierten de que cargarán. "Dejaremos de lanzar objetos cuando dejéis de desahuciarnos", grita otro.

Tras el aviso, la concentración se diluye por las calles del Gòtic hasta subir por la calle Girona. El mismo grupo que antes lanzaba objetos ahora tumba contenedores para formar barricadas. Al ver que el fuego empieza a prender, dos jóvenes lo apagan con las bambas. "Queremos que las cosas cambien, los que tienen el poder huelen a franquismo", explica Marc, de 23. "Lo de Hasél es la punta del iceberg, ya ha pasado con los presos políticos o con Valtònyc", añade, Joan, de 21.

La noche termina con correcalles en Gran Via, dispersión y detenciones mientras empieza a llover de nuevo. Pau, estudiante de sociología de 22 años, espera que la protesta se transforme en un grito más amplio contra las diversas crisis que golpean el país. "Espero que esto sea la chispa que encienda algo mayor", señala.