La reunión comenzó con augurios pesimistas y terminó en un desencuentro. La atmósfera venía cargada de reproches políticos, decepciones personales y un historial de desplantes que se remonta a las negociaciones fallidas del 2016. Con los viejos rencores desempolvados y los nuevos a flor de piel, PSOE y Unidas Podemos se sentaron en la tarde de ayer a demostrarse que el acuerdo que ambos dicen buscar es inalcanzable.

No se movieron de sus trincheras, conscientes de que la cita quizá no servía para allanar un pacto, pero sí para armarse de razones ante una cada vez más tangible repetición electoral el próximo 10 de noviembre. Nadie quería ser el primero en levantarse de la silla, nadie quería ser acusado de romper el diálogo y culpado por un electorado que asiste, entre la perplejidad y el desasosiego, al duelo interminable entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Cuatro horas y media después, ambos equipos técnicos salieron a solemnizar lo obvio. Que no hay acuerdo. Que se esfuerzan, pero el adversario no colabora. Que se emplazan a intercambiar más documentos, a hablar en los próximos días y, quizá, a algún otro encuentro.

SIN FECHAS / No pusieron fechas, no comprometieron que habría con seguridad nuevas reuniones. Menos aún una cita entre Sánchez e Iglesias. Tampoco anunciaron siquiera un avance mínimo en contenidos programáticos, un aspecto en el que había cierta expectativa de llegar a un entendimiento por la cantidad de horas que llevaban reunidos. No hubo forma.

«Nos vamos preocupadas porque han venido a presentar su programa electoral», lamentó la portavoz adjunta morada, Ione Belarra, a la salida del encuentro. La podemista explicó que los socialistas fueron «profundamente inamovibles» en las posiciones que ya habían manifestado antes de llegar a la reunión. Quedaron en hablar, dijo, y si es posible, en volver a verse.

Los socialistas confirmaron unos minutos después el desencuentro. «Constatamos las diferencias, pero hemos quedado en seguir hablando porque en una negociación no puede haber reproches, ni vencedores ni vencidos», reivindicó la portavoz del PSOE, Adriana Lastra.

Explicó que en la reunión habían presentado a Unidas Podemos la última oferta planteada por Sánchez el martes: las 370 medidas, la triple garantía para verificar que se aplican las políticas y posiciones en la administración del Estado. ¿Les detallaron qué cargos podrían ocupar? «No hemos entrado en detalles», respondió Lastra, después de insistir en que es el PSOE el que se ha «movido» al haber presentado varias ofertas para alcanzar un pacto que no llega.

El PSOE quiere un pacto programático con los morados fuera del Gobierno, aunque sí cedería los despachos de los altos cargos de la administración del Estado. Los podemistas reclaman entrar en el Consejo de Ministros como única garantía de cumplimiento del acuerdo.

NO HUBO IMÁGENES / Que las vibraciones eran negativas se evidenció desde el principio. Los podemistas no querían imágenes del encuentro, el primero desde el fracaso negociador de julio, algo que sorprendió al PSOE. Así las cosas, la vicepresidenta, Carmen Calvo; la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y Lastra hicieron su entrada al Congreso por la carrera de San Jerónimo, ante los medios de comunicación. Los podemistas, por el túnel que une los edificios parlamentarios, vetado a la prensa para la ocasión.

El secretario de Acción de Gobierno de Podemos, Pablo Echenique, y Belarra encabezaban la delegación, que esta vez incorporó a las confluencias. El portavoz de los comuns, Jaume Asens; la de Galicia en Común, Yolanda Díaz; el de Equo, Juantxo Uralde, y el de IU, Enrique Santiago, completaban la representación de los morados.

Tras el desencuentro, los socialistas pidieron «discreción y prudencia» para intentar salvar un acuerdo que sigue estando igual de lejos que en la primera investidura el pasado 25 de julio. Y así siguen, enredados en un si tú si yo estéril mientras el cronómetro acerca las elecciones y las incertidumbres.