Cree la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, que en su propio partido hay “compañeros precipitados” que “bien por sujuventud, bien por lo complicadísimo del momento” -ganaron las elecciones pero pueden perder el Gobierno y entrar en una travesía por el desierto político- están empujando y haciendo ruido para que ella se marche. Pretenden que deje el escaño por su hipotética vinculación con los casos de corrupción que siguen salpicando al PP valenciano, concretamente, ahora, a muchos de los concejales que trabajaron con la exalcaldesa. Mientras, su jefe y “amigo”, Mariano Rajoy, que se enfrenta esta semana al intento de investidura de su principal rival, Pedro Sánchez, la avala públicamente. Se supone que también en privado y que defiende su inocencia y su permanencia en la organización.

De ser cierto ese escenario y ese respaldo, Rajoy tendría un serio problema de liderazgo en uno de los momentos más delicados de su carrera, puesto que estarían desoyendo su posición oficial al menos tres de sus vicesecretarios generales -Pablo Casado, Javier Maroto y Andrea Levy-, las caras más visibles del grupo de los 'jóvenes'. Pero no sólo. Tan o más relevante aún es que un buen puñado de los ‘barones’ territoriales de su partido, entre los que estarían el gallego Alberto Núñez Feijoo (que sigue ocupando un lugar principal en las quinielas ‘sucesorias’), y el catalán Xavier García Albiol, además de la presidenta de los populares valencianos, Isabel Bonig y decenas de cargos orgánicos se hayan pronunciado en pro de la dimisión o con mucha frialdad sobre la situación de la ahora senadora por Valencia.

Complicado bagaje sería esa supuesta división de opiniones en el PP sobre el camino que debe seguir Barberá para un político que pretende luchar por la reelección como presidente del Gobierno en las próximas semanas y que, en caso de no lograrlo, desea ser denuevo el candidato del partido a las próximas generales, aún sabiendo que ya ha sido señalado por el resto de los grupos políticos como un lastre a la hora de alcanzar pactos.

LOS ‘POLIS’ BUENOS Y LOS MALOS

Claro que cabe otra posibilidad, que tampoco deja en buen lugar la capacidad actual de Rajoy para controlar sus filas: que, como se ha hecho en otras ocasiones -el ejemplo más célebre es el delextesorero Luis Bárcenas-, el presidente del PP esté desempeñando el papel de ‘poli bueno’ (recuérdese aquel SMS de ‘Luis, sé fuerte’) mientras encarga a otros dirigentes del partido, incluidos en este ocasión los “jóvenes” vicesecretarios que él mismo eligió y quienes le deben una importante oportunidad para prosperar en la política nacional, que hagan de ‘polis malos’ y se dediquen apresionar públicamente a Barberá, para que más temprano que tarde termine por marcharse.

Esta hipótesis, más realista y ajustada a lo que ha sucedido en otros casos de la historia reciente del PP, evidenciaría que Rajoy tiene un problema serio a la hora de ajustar cuentas, si hay motivos para ello, con algunos veteranos a los que debe un apoyo fundamental para haber podido ser el jefe de los populares en aquel mítico congreso de Valencia, en 2008. Es el caso de Rita Barberá.

Insubordinación u obligado reparto de papeles. Ninguna de ellas deja en buen lugar a un Rajoy que, esta semana, debe dar la réplica a Pedro Sánchez en las sesiones de investidura. El socialista (por el momento) no cuenta con el respaldo suficiente para hacerse con la presidencia, pero el jefe de los populares tampoco tiene apoyos para conservarla. Y el hecho de que no se haya molestado demasiado en buscarlos y que llegase a declinar la oferta del Rey para que lo intentara ha desesperado a parte del PP, que observa además como el que creía su natural aliado, Albert Rivera, se aleja por el olor a corrupción.

Con este panorama -y Barberá sin abandonar el escaño del Senado lo que hará que, inevitablemente, asuntos como el 'caso Púnica’ se cuelen en los discursos de investidura- el jefe de los populares ultima las intervenciones que protagonizará en las próximas horas en el Parlamento. Sí, en plural, porque además de dar la réplica a Sánchez el miércoles, planea reunir a sus diputados el martes, día en que el socialista pronunciará su primer discurso de investidura, para garantizarse un foro (sin preguntas de la prensa) en el que ‘colocar’ un discurso. Cuenta con el fracaso de Sánchez y, a partir del día 7, con convocar una serie de reuniones sin ninguna esperanza de que socialistas o C’s cambien de opinión sobre él. Entonces, eso espera, tendrá la baza de otras elecciones si Podemos no da su brazo a torcer ante el PSOE. Y si su partido continúa aceptando su liderazgo sin rechistar, por tocado que esté.

Y a los que osen, la secretaria general, Dolores de Cospedal les advirtió el domingo de que "en tiempo de zozobra no hay que hacer mudanza". La "fortaleza del PP no es un nombre" sino sus militantes, ha reivindicado en un encuentro de su fuerza en Madrid, junto a la presidenta de la gestora del partido en Madrid, tras la dimisión de Esperanza Aguirre -y presidenta regional- Cristina Cifuentes.

CDC y Esquerra, a la expectativa

Tanto Convergència -bajo la marca Democràcia i Llibertat- como Esquerra Republicana acuden a la investidura de Pedro Sánchez con cierta comodidad. En ningún caso se han planteado un apoyo al candidato socialista. Pero, siempre con unidad de acción entre convergentes y republicanos, se podrían plantear una abstencón si socialistas y Podemos forjaran un pacto que incluyera un referéndum. La sintonía, por ejemplo, de Esquerra con el PSOE ha sido tendente a cero, en el encuentro formal mantenido días atrás. Por su parte, el candidato de DiL, el convergente Francesc Homs, también ha apostado claramente no por desentenderse del todo de la política de pactos en Madrid (en campaña y precampaña del 20-D buena parte del independentismo sostenía que esta vez sólo se iría a Madrid a negociar la independencia) sino por hacer frente común con el partido de Pablo Iglesias a la hora de presionar al PSOE en favor de las tesis del referéndum de autodeterminación en Catalunya. Homs ha criticado la inviabilidad matemática del pacto entre el partido socialista y Ciudadanos. Tanto Convergència como ERC han dejado claro reiteradamente que no participarán en ningún acuerdo futuro que incluya a la formación de Albert Rivera.