El serial de las conversaciones sobre la investidura ha entrado en su última fase y se barrunta final... electoral. Pero aquellos que siguen sin desfallecer (¡gran mérito!) las enrevesadas y a ratos ruidosas negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos no pueden abandonar ahora. Queda al menos un capítulo de este serial que entre ambos partidos, con mayor o menor mérito según los días, han producido y guionizado en torno a un se busca presidente.

Atención, posible spoiler: Este miércoles, aprovechando la larga sesión plenaria que dará vida a un Congreso en horas bajas, Pablo Iglesias volverá a tender la mano a un escéptico Pedro Sánchez para seguir apurando el tiempo de descuento. Eso después de que en la jornada anterior los equipos negociadores de uno y otro hubieran certificado, una vez más, que lo suyo no va por buena senda. Que los socialistas se siguen negando a compartir mesa del Consejo de Ministros con los morados y que los morados siguen aferrados a que sin carteras no habrá confianza. Ni pacto de programa. Ni votos para el presidenciable.

Está por ver cuál es la réplica del jefe del Ejecutivo en funciones a ese envite y si, en el que pudiera ser un capítulo-broche, finiquita un culebrón político que termina en urnas y no con perdices. También tiene la opción de animarse a poner letra e imagen a un nuevo giro de guión y explorar si Podemos, con tal de evitar otras generales, acepta una coalición descafeinada o incluso un sustitutivo con apariencia de generosidad progresista.

En el PSOE hay quien traga saliva ante la idea de enfrentarse a otra campaña, aunque sea esta vez de una semana, y jugar a la ruleta electoral. La abstención y las incógnitas que esconde el reparto de la Ley D’hont asusta a los más prudentes. Se da por hecho en las filas socialistas que la próxima semana habrá ronda del Rey para sondear a los grupos.

También que su líder no se someterá a otra sesión de investidura sin garantías no ya de ser elegido, sino de poder gobernar. «No aceptaremos de ninguna manera ir a un Vietnam político con un apoyo in extremis y gratis de Iglesias que nos lleve a un calvario», apunta algún dirigente muy consciente de que el PSOE ganó los comicios de abril, aunque quedando lejos de la mayoría absoluta. Y del abrigo que antaño garantizaba un bipartidismo cómodo para unos pocos, insuficiente en términos democráticos para los que ansiaban unos pactos que ahora se antojan imposibles.

Los que pugnan a su vez por el reinado de la oposición, Pablo Casado y Albert Rivera, aguardan el desenlace desde la barrera. Demandan a sus equipos electorales que vayan arrancando motores, al ralentí por aquello de mantener las formas, pero sin perder un segundo.

Saben los jefes de PP y Cs que en las próximas horas se les va a solicitar con insistencia un cameo en el serial negociador, exigiéndoseles públicamente desde distintas tribunas que de un paso adelante para desbloquear la situación. Que pongan sobre la mesa una abstención salvadora. No están por la labor, ya avisan, de sucumbir a los que ellos llaman «cantos de sirena desesperados».