El 21-D no es fácil de digerir para prácticamente ninguno de los que participaron en la contienda electoral. Hay «pollo», como sostiene Carles Puigdemont. En España. También en Cataluña. Aunque algunos tienen doble ración y mucha decepción porque fantaseaban con que tras las elecciones podrían variar de menú político. No hay quien pueda decir que ha ganado del todo. Las hay que son legítimas vencedoras en votos y escaños pero sin mayoría para alcanzar la presidencia. Y destaca quien teniendo ese respaldo requerido para ser president, se la juega si toca suelo español para someterse a una investidura. Existe a la vez un clarísimo perdedor: el PP. Sí, el partido en su conjunto. Porque según Mariano Rajoy, él -que tiene los mandos de su organización, de España y parte de la responsabilidad de sustituir el «pollo»por algo menos indigesto para todos- es tan culpable del nefasto resultado del jueves como cualquiera de los 8.000 militantes que tiene su organización. Tampoco un compungido Xabier Albiol, incansable a la hora de señalar a Ciudadanos como el máximo responsable de la desgracia que ahora arrastra (solo tres parlamentarios y el calvario del grupo mixto en el Parlament), parece decidido a asumir las consecuencias. Al menos de momento. Ante sus compañeros del Comité Ejecutivo popular, apuntó que no descarta la retirada más adelante. Una dimisión en diferido.

¿Y AHORA QUÉ? / Mientras tanto, se hacen cábalas en Madrid sobre cómo será una investidura en la que juez del Supremo, Pablo Llarena, será pieza clave: de su criterio dependerá que los parlamentarios encarcelados, que actualmente son tres, puedan votar en esa sesión o no. Y lo mismo sobre aquellos políticos que aún no estando ahora en prisión, pudieran estarlo en unas semanas de forma preventiva a causa de su imputación o de haber puesto un pie en España, como puede ocurrir con Carles Puigdemont y los cuatro diputados que le acompañan en su aventura belga.

Eso en lo que concierne a los tribunales. ¿Y en la política?. Poca novedad. Sostuvo ayer Rajoy desde la Moncloa que él está dispuesto a dialogar con el nuevo Govern cuando lo haya, siempre y cuando la relación se enmarque en la «legalidad» y el «realismo» y se renuncie a la unilateralidad (vamos, que de citas en Bruselas con Puigdemont, ni hablar). ¿Propuestas?. De momento ninguna. Insitió en que tampoco ahora le van a hacer cambiar de criterio en cuestiones como la reforma de la Constitución. Esto es, que está dispuesto a escuchar la teoría, pero la práctica... se verá.

OPTIMISMO SOCIALISTA / Como Rajoy, pero con argumentos distintos, Pedro Sánchez intentó minimizar los malos resultados de los socialistas en Cataluña, que solo lograron subir un escaño, hasta los 17. La conclusión del líder del PSOE fue que este desenlace le coloca en mejor posición para alcanzar el poder en las próximas generales. Su tesis es que el PP es ahora más débil, porque «cuenta con menos apoyos en Cataluña que una fuerza antisistema», dijo en referencia a la CUP. C’s, pese a ser la lista más votada, no tiene la suficiente implantación en España. Y Podemos se desinfla día a día. «La única fuerza capaz de vertebrar a España es el PSOE, que tiene presencia notable en todos los territorios», señaló en Barcelona. Allí también endosó la responsabilidad de la mayoría independentista a Rajoy por su «inmovilismo».

Más allá de estas palabras, hay preocupación en el PSOE. Reconocen que la actual coyuntura puede beneficiar en el resto de España al PP, que suele rentabilizar el enfrentamiento territorial, al mismo tiempo que fortalece a Ciudadanos, con quienes los socialistas, tras recuperar a una parte de sus antiguos simpatizantes que viraron hacia Podemos, compiten por el centro.

En otras circunstancias, el resultado del PSC habría pasado factura interna a Sánchez, pero ahora, no hay en el PSOE quien pueda desestabilizar a un secretario general que obtuvo en mayo el respaldo de la militancia.