Pedro Sánchez busca sacar el olor a naftalina que quedó en el Gobierno tras siete años de Mariano Rajoy. Es una de las ideas fuerza en las que trabaja aceleradamente su equipo, convencido de que el exdirigente conservador transmitía una imagen obsoleta del poder a una sociedad más moderna que sus instituciones. El presidente apela ahora a un «cambio de época», a «salir del letargo», a «poner el Gobierno a la hora de España».

Y es que Sánchez asume que no puede dejar de mirar a su electorado sénior (son mayoría [ver gráfico]), pero sabe también que no ganará las próximas elecciones si no persuade a los jóvenes. Y en ello están sus asesores. Tratando de construir el perfil de un líder que por una parte aporte seguridad a los mayores, mientras busca empatizar con la juventud.

Esa cohorte electoral, desde los millenials hasta los 45 años, apostó por Podemos (sobre todo) y Ciudadanos (algo menos) en el 2016. Ahora, la caída de los primeros y el ralentizamiento de los segundos empiezan a nutrir al PSOE en los sondeos, pero el movimiento de fondo hacia la abstención y la volatilidad del voto dejan toda predicción en el aire.

Marca envejecida

Para ganar los próximos comicios, todavía sin fecha, Sánchez necesita más votos del electorado joven y para ello es vital quitarle canas al PSOE, un partido con un estereotipo de marca envejecida y con militantes cuya edad media es de 58 años.

¿Por qué es tan sustantivo el peso del electorado júnior? Los expertos electorales entienden que, en la sociedad emergida del 15-M, los jóvenes son prescriptores del voto. Es decir, ahora ya no son los hijos los que copian el voto de sus padres, como sucedía históricamente, sino que son (cada vez más) los hijos los que influyen sobre las opiniones políticas de sus progenitores. De ahí la importancia de conquistarles. Cuidado. A unos más que a otros. Los que tienen estudios superiores son más aplicados y votan (aunque cambian de partido); los jóvenes con escasa formación son el colectivo más abstencionista.

«El PSOE no puede gobernar solo con sus apoyos del 2015 o 2016, necesita incorporar voto de Podemos y recuperar voto prestado a Cs. En ambos casos la cohorte más favorable al cambio son los jóvenes, por dos motivos: son mayoritarios (en ambas formaciones) y son los que menos lealtad partidista tienen respecto de Podemos y de Cs», sostiene el sociólogo y director de Asuntos Públicos en Llorente y Cuenca, Joan Navarro.

Daño estructural

Sánchez cuenta con un dato alentador: vuelve a liderar la intención de voto en el electorado menor de 45 años, según concluye el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Quien observó en microscopio la evolución del electorado socialista durante 30 años, Ignacio Varela, argumenta que «es imprescindible en la estrategia de Sánchez recuperar el voto joven, que es donde ha sufrido un daño estructural», pero subraya las dificultades que entraña «sintonizar» con esa población, cuando «el estereotipo del PSOE es una marca envejecida», ajena a los que solo han vivido el declive de los socialistas.

Según el CIS (sin cocina, [ver gráfico]) el PSOE adelanta cinco puntos a Podemos en el electorado de 18 a 25 años y más de 10 puntos en la horquilla de 25 a 35 años, que era un nicho de los morados y donde ahora experimenta su caída más tormentosa. Con Sánchez en la Moncloa, el PSOE parece haber recuperado la hegemonía en el voto juvenil. Sin embargo estas cifras encierran también debilidades. «Sánchez sube porque le premian por haber echado a Rajoy. Las ganas de echarle eran tan intensas que Sánchez se ha convertido en un héroe. La cuestión es si su subida en el CIS es una tendencia que se consolida o un fenómeno coyuntural», advierte Ignacio Varela.