El martes 13 de junio de 2017, Irene Montero (Madrid, 1988) subió a la tribuna del Congreso de los Diputados como portavoz de Unidas Podemos para su puesta de largo política. Dos horas y media de discurso para argumentar la moción de censura que su partido había presentado contra Mariano Rajoy por la corrupción del PP. No salían los números, pero el gesto de denuncia era lo que contaba, dijeron en su entorno. Su discurso fue aplaudido con ganas desde sus filas.

El pasado mes de julio, dos años después, el nombre de Irene Montero volvió a los grandes titulares. Durante la fallida negociación del Gobierno de coalición, el PSOE le ofreció una vicepresidencia del Ejecutivo de carácter social. Tuvo al alcance de su mano llevar, entre otras, la cartera de Igualdad, una de las competencias más preciadas para la izquierda. Ella, feminista de pro, concluyó, como sus compañeros de filas, que se les ofrecía un área vacía de contenido. La rechazaron. El entendimiento entre socialistas y morados hizo agua primero en junio de 2019 y después en septiembre.

Sin poder adivinar qué ocurrirá tras el 10-N, Montero siempre podrá presumir de haber sido, al menos durante dos días de primavera, la vicepresidenta en potencia más joven de la historia, con 31 años. Y parece tener mucho futuro. Una andadura acelerada la suya que, dentro de su partido reconocen, se debe al tesón y a la laboriosidad de la portavoz parlamentaria.

De hecho, mucho se ha hablado ya de ella como la próxima líder de Unidas Podemos, tan solo cinco años después de haberse incorporado a la organización. Deberá hablar a la militancia en una Asamblea y confirmar, cuando toque, que realmente pretende suceder a Pablo Iglesias -que además es su pareja y padre de sus hijos-, para comprobar si eso es realmente lo que le espera o es tan solo otro cargo potencial que no llega a ejercer. Pero Montero, nadie se atreve a negarlo, ya ejerce importantes dosis de liderazgo y ha bregado con situaciones complicadas.

Valga como ejemplo la crisis de más enjundia que han vivido los morados : la marcha de Íñigo Errejón a Más País. Un vuelco interno que coincidió con la baja paternal de Iglesias para cuidar de sus hijos y con el que tuvo que lidar la propia Montero, como segunda en la jerarquía.

La lucha feminista

Excelente estudiante de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid -donde más tarde cursaría un máster especializado en educación (2013)-, Montero ha estado siempre ligada a los movimientos sociales. Sin embargo, es tras su entrada en Podemos en 2014, y su llegada a la portavocía parlamentaria tres años después cuando empezó a usar el púlpito que le daba Podemos para dar mayor visibilidad a la lucha feminista.

«Debo empezar mi intervención, desgraciadamente, señalando que todo indica que ha habido un nuevo asesinato machista en Granada. Constatar desde esta Cámara que no queremos ni una menos y que nos queremos vivas», declaró Montero en aquel discurso de la moción de censura contra Rajoy. Desde el inicio, la política madrileña hizo del feminismo una lucha personal suya y de su organización, estando presente en todas las manifestaciones que, año tras año, han llenado las calles de Madrid el 8 de mayo (Día de la Mujer) o en las concentraciones contra la polémica sentencia del juicio de La manada, condenados en un primer momento por abusos y no por agresión.

Montero, que ha tenido que soportar a las voces machistas que achacan su ascenso a la relación sentimental que mantiene con Iglesias, rebate estas actitudes pero sin mirar atrás. Ahora, de nuevo en plena campaña electoral, acude a los actos acompañada de Aitana, su último bebé, haciendo gala de su defensa de que el trabajo no ha de estar reñido con el modo de crianza que cada mujer elija.