Hacer negocios en Cuba siempre ha requerido de las compañías adaptarse a lo que José María Berga, director general de la empresa de embalaje Alzamora Group, con 15 años de presencia en la isla, define diplomáticamente como «situación de flexibilidad». Pero en los últimos tiempos, y especialmente desde que llegó a la Casa Blanca Donald Trump, la situación se ha agravado considerablemente. En su visita de Estado a Cuba, el Rey ha querido arropar a los empresarios españoles afectados, mostrarles su «total apoyo» y recordarles que las autoridades españolas «están trabajando para aliviar el impacto».

Ese es el mensaje que lanzó ayer públicamente en una recepción a cerca de 1.200 integrantes de la comunidad española en el Gran Teatro Alicia Alonso Felipe VI, que luego ha mantenido un almuerzo privado en la residencia del embajador con 18 de los empresarios, entre ellos Berga, para escuchar directamente sus experiencias y preocupaciones.

La situación es obviamente complicada. Los impagos de un gobierno con problema de acceso a divisas alcanzan ya los 350 millones de euros, elevados aún más que antes bajo el endurecimiento intenso del embargo de Estados Unidos. Este, en palabras de fuentes diplomáticas españolas, busca «estrangular económicamente» a Cuba, así como mandar un mensaje disuasorio a quienes se planteen iniciar negocios en la isla y «crear incertidumbre».

Un buen número de empresas se han visto afectadas por la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton, que ha abierto la puerta a quienes perdieron propiedades tras la Revolución a presentar en EEUU demandas contra empresas a las que se acusa de «traficar» con esos bienes.

Ya hay al menos cuatro compañías españolas afectadas por esas demandas y por otras de la Administración Trump, que según los empresarios está acosando, amenazando y presionando para que abandonen Cuba, negando visados no solo a los ejecutivos sino también a familiares como hijos y nietos que, por ejemplo, pueden verse forzados a abandonar estudios en EEUU.

Fuentes diplomáticas llegan a tildar de «inmoral» lo que está haciendo Washington y el gobierno de España lleva tiempo actuando para tratar de aliviar la situación a varios niveles. Uno de ellos en la UE para tratar de desarticular en lo posible esas demandas, principalmente sobre la idea de que la aplicación extraterritorial de las leyes estadounidenses representa una sanción ilegítima. La idea es no trasladar las notificaciones judiciales al menos en territorio comunitario, algo que ya se ha hecho, pero también se estudia compensar con «demandas espejo».

En este contexto turbulento, y en un momento en que países como China, Rusia o Turquía están intensificando sus esfuerzos por ganar presencia empresarial y comercial, la visita del Rey y su mensaje de respaldo a los empresarios se consideran especialmente significativos. En palabras de Berga antes del almuerzo, durante la recepción, «la Casa Real tiene una fuerza y un potencial que no tiene ningún presidente».

El viaje de estado del monarca sigue intensificando los lazos culturales e históricos. Por la tarde los Reyes mantenían un encuentro con representantes de la sociedad civil de Cuba. Y por la noche ofrecían una cena en el Palacio de los Capitanes a la que estaba invitado el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, y donde el Rey tenía previsto dar otro discurso.

El edificio del siglo XVIII había sido también escenario de parte de la actividad de los Reyes por la mañana, más centrada en la celebración histórica de los 500 años de La Habana. En la Plaza de Armas realizaron una visita acompañados por Eusebio Leal, el veterano y reputado historiador de La Habana, que les guió por el Templete, la construcción erigida en el lugar donde se fundó la ciudad a la sombra de una ceiba.

También recorrieron ese Palacio de los Capitanes al que volvían por la noche. En el jardín, junto a una de las escasas estatuas de Cristóbal Colón que hay en Cuba, Felipe VI, que durante una hora llevó el bastón de mando de La Habana, recibió la Giraldilla, la mayor distinción que entrega la ciudad.