«Llevo sin recibir una llamada desde agosto. ¡Soy el líder de la oposición!». Pablo Casado estalló contra Pedro Sánchez en el último Pleno de la legislatura, dolido porque el presidente del Gobierno no le ha otorgado el estatus de adversario principal, porque no ha reconocido su preeminencia como rival frente a los líderes del resto de fuerzas políticas. Y no va a hacerlo ahora, que ya no hay necesidad: el próximo martes se disuelven las Cortes y arranca oficialmente la precampaña de unas elecciones, las del 28-A, que alumbrarán un nuevo ciclo político, con un más que probable primer Gobierno de coalición de la democracia en España y la entrada de la ultraderecha en el Congreso.

Ante ese escenario, con los estudios electorales sobre la mesa, el PSOE ha diseñado una estrategia que pasa por evitar la confrontación directa con el que debería ser su adversario natural, el líder de la oposición. La intención es equiparar a PP, Ciudadanos y Vox, meter a los tres partidos indistintamente en el mismo saco de la «derecha reaccionaria» sin conceder a ninguno de sus dirigentes el rango de líder rival y reforzar la idea de que el nuevo PSOE es el único gran partido en una arena política atomizada.

La estrategia socialista persigue varios objetivos. Uno, desactivar al votante del PP evitando un choque constante con Casado. Sánchez responderá al envite del número uno de los conservadores pero no le concederá excesivo protagonismo. Dos, los socialistas buscan atrapar al votante moderado de Albert Rivera, desencantado con la cercanía a Vox. Para ello necesitan confrontar con Ciudadanos, evidenciar que un partido que nació con espíritu liberal se escora hacia posiciones férreas de la derecha.

Y tres, situar al electorado frente a la dicotomía en la que tiene que elegir, según el relato socialista, entre un país abierto que mira al futuro o la nostalgia estrecha de quienes idealizan el pasado. En términos discursivos, Sánchez resumió esta idea desde su última intervención ante el Congreso: «El 28 de abril tenemos que elegir entre dos modelos de sociedad: una España en la que quepamos todos o una España en la que solo quepan los que quieran Casado, Rivera y Abascal».

Duelo a dos, en el aire / La estrategia socialista de equiparar a PP, Cs y Vox definirá también la presencia del PSOE en los debates electorales. El equipo de Sánchez ha mostrado su predisposición a participar en estos programas, pero no confirma todavía a cuáles asistirá. Fuentes próximas al presidente del Gobierno sugieren que podría rechazar el cara a cara con Casado, enésima muestra de lo poco que les interesa rivalizar con el jefe de los conservadores. Recuerdan que Mariano Rajoy no se enfrentó a Sánchez en la repetición electoral del 2016 (aunque sí lo hizo en el 2015). Sánchez siempre ha defendido la participación en estos formatos, de modo que resultaría incoherente que no asistiese por lo menos a uno. Otra cosa es qué debate aceptará.

Lo presumible es que acepte un debate a cuatro con los partidos que ya tienen representación en el Congreso. ¿Iría a uno a cinco que incluyese a Vox? Fuentes gubernamentales explican a este diario que están estudiando que en ese caso sea la vicepresidenta, Carmen Calvo, quien asuma la representación del PSOE por su valor como mujer que enfrenta el discurso antifeminista de Santiago Abascal. Elpulso llegaría en todo caso tras la influencia del 8-M, en el que el PSOE tiene puestas grandes esperanzas.

En el mientras tanto, el equipo de Sánchez mira de reojo como Cs no despega en las encuestas. Fuentes gubernamentales indican que no es baladí que el ministro de Exteriores, Josep Borrell, azote de los secesionistas, sea cabeza de lista a las elecciones europeas y no número uno por Barcelona, puesto que asumirá la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet.

Sobre pactos, en el Gobierno la mayoría admite que en política los puentes nunca se rompen del todo y por ello restan valor a la intensa confrontación entre Sánchez y Rivera que se ha visto en los últimos días. A ambos les conviene, en definitiva.