Pedro Sánchez recoge el guante lanzado por académicos, mundo diplomático y especialistas en gestión reputacional que vienen alertando de la necesidad de mejorar la imagen de España y del Gobierno en el exterior tras el impacto del conflicto catalán. El presidente se ha fijado como objetivo estratégico revertir la percepción negativa instalada en el extranjero desde la controvertida gestión del 1-O que hizo el Ejecutivo de Rajoy. Su gabinete planea actuaciones en múltiples facetas le llevarán a intensificar la agenda en la UE, con Francia y Alemania como aliados clave en el tema, a desdoblar esfuerzos diplomáticos y a trasladar el nuevo relato en las esferas de mayor influencia.

En lo inmediato, Sánchez podría coincidir mañana con el president Quim Torra en la inauguración de los Juegos Mediterráneos en Tarragona, si finalmente el dirigente catalán decide asistir y no dar plantón a Felipe VI. El sábado visitará al presidente francés, Enmanuel Macron, en París y ofrecerá allí su primera rueda de prensa como jefe del Ejecutivo. En Bruselas defenderá la posición española tras la crisis del Aquarius en la cumbre informal de la UE sobre inmigración, el domingo. Y el lunes estará en Lisboa con el primer ministro portugués, António Costa. Desde la Moncloa han intentado también cerrar cita a la mayor brevedad posible con Angela Merkel, pero el contexto de dificultades con sus socios hace prever que el encuentro tardará algo más de lo deseado.

MARRUECOS EN ESPERA / Con esta apretada agenda, Sánchez se salta el protocolo que inauguró Felipe González, que marca como primera visita habitual del nuevo presidente el vecino Marruecos. El Gobierno ha tramitado oficialmente la solicitud de visita a ese país en primer lugar, pero las ausencias prolongadas del rey Mohamed VI (instalado en París) hacen prever una larga espera y el gabinete del presidente ha preferido no esperar.

Para mejorar la imagen de España en el exterior, Sánchez está determinado a potenciar la labor de las embajadas. Quiere que los diplomáticos desarrollen una labor cuidada diseminando una lluvia fina de relato sobre el cambio del discurso del Gobierno tras la salida del PP en temas tan sensibles como Cataluña. A nadie se le escapa que la polémica actuación el 1-O sembró de críticas la gestión del anterior presidente. La inquietud caló en los cuadros próximos al expresidente a finales del 2017 y su Ejecutivo llegó a plantearse una campaña de comunicación para ganar el relato frente al independentismo.

Lo que planea el equipo de Sánchez no es una campaña explícita, sino influir en los líderes clave en la toma de decisiones de la esfera política, diplomática y económico-financiera de media docena de países.

Más allá de los contactos directos de Sánchez con mandatarios europeos, también habrá una comunicación más fluida con los corresponsales extranjeros y una reestructuración de la secretaría internacional en dos direcciones generales. Señal de la importancia que Sánchez otorga a este plan es el fichaje de José Manuel Albares, el agregado de Cultura de la Embajada de España en París, como secretario general de Asuntos Internacionales.

La agenda exterior de Sánchez marcará la actualidad por lo menos hasta el próximo 27-J, cuando volverá al Congreso (donde respondió a la oposición este miércoles en su primera sesión de control) a explicar la posición española ante el Consejo Europeo. El jefe del Ejecutivo insiste en que su voluntad es gobernar con el Parlamento y no contra él, en una crítica directa a la política del PP los dos primeros años de legislatura. Con el PNV y Podemos dispuestos (de momento) a alargar la luna de miel y con el PP noqueado, Sánchez puede llegar al verano con cierto oxígeno.