Pedro Sánchez se marcha este miércoles al Consejo Europeo en Bruselas sin una respuesta de Pablo Iglesias a su oferta de cederle puestos intermedios de la administración a cambio de su apoyo en la investidura. Fuentes gubernamentales aseguran a este diario que el presidente en funciones “no se moverá” de esa propuesta y que el podemista puede olvidarse de obtener carteras ministeriales. Desde esa determinación, la Moncloa trata de atornillar a los morados pidiéndoles una contestación que les resulta especialmente complicada: si ceden, no pueden anotarse triunfo alguno y temen ser barridos por el PSOE en cuatro años de legislatura. Si se enrocan, corren el riesgo de quedar ante la opinión pública como unos dirigentes obsersionados por el poder. Mientras, en Navarra se confirma lo esperable y Geroa Bai se lleva la presidencia del Parlamento, lo que prefigura un Ejecutivo regional del PSOE y el portazo de UPN a la investidura en Madrid, además de levantar ruido de fondo en las derechas.

“El presidente no cederá ministerios aunque Iglesias se empeñe”, explican fuentes gubernamentales, que admiten que ahora se trata de atornillar al dirigente morado y forzarle a que responda en público si apoyaría a Sánchez a cambio de cargos intermedios. La táctica de presión la puso en marcha la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, este miércoles cuando recordó la oferta planteada reclamó una respuesta. "O construyes o destruyes; o cooperas o te conviertes en un obstáculo”, señaló, tras confirmar que el Gobierno está “esperando” a que los podemistas se pronuncien. Prefirió no hablar de nombres ni de cargos concretos, pero sí confirmó que cederían “responsabilidades administrativas importantes” a Podemos en pos de conseguir su apoyo a la investidura, previsiblemente en julio.

Iglesias, lejos de reclamar que las negociaciones se retransmitan en directo como hizo en el 2016, se mantiene ahora en silencio e impone una lógica de negociación secreta que, cree, juega a su favor. No quiere aparecer ante la opinión pública como un líder con sed de poder, obcecado con entrar en el Consejo de Ministros. El PSOE juega con esa baza, que encuentra eco en las fallidas conversaciones de gobernabilidad del pasado, cuando Iglesias recibió severas críticas por exigir la vicepresidencia y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

NEGOCIAR EN SECRETO

Con ese recuerdo en la retina, los morados son reticentes a dar una respuesta abierta y siguen reclamando conversar en privado para “proteger” el diálogo. En esta línea, la portavoz podemista, Irene Montero, dijo este miércoles estar convencida de que Sánchez “no defraudará” ni “traicionará” a quienes desean un Gobierno de izquierdas, informa Miguel Ángel Rodríguez.

A nadie se le escapa que no les ha gustado la propuesta de Sánchez, pero tampoco se pueden permitir un exabrupto público. Necesitan demostrar que la alianza es posible y que, si no llega todavía, no es porque exijan mayores cargos, sino porque Sánchez evita comprometerse con políticas verdaderamente progresistas.

No lo tienen fácil para recular puesto que basaron toda la campaña en la tesis de que votarles era “útil” porque forzarían una coalición que escoraría al PSOE a la izquierda. “Pablo [Iglesias] va a arriesgarse hasta el final. Ese juego él lo hace muy bien. Cree que va a darle una lección a Pedro [Sánchez] y que en la segunda votación le obligará a negociar”, opina un dirigente de Unidas Podemos. La idea de forzar otro intento en septiembre empieza a cobrar fuerza entre quienes creen que una primera investidura fallida en julio desgastaría a Sánchez y permitiría a Iglesias presionar con mayor fuerza tras el verano.

LA DERECHA PROTESTA

Con este mar de fondo, este miércoles se confirmaron los pronósticos en Navarra. Un pacto de última hora entre socialistas y nacionalistas dieron la presidencia del Parlamento a Unai Hualde, de Geroa Bai. EH Bildu entra en la Mesa de la cámara aunque sin el apoyo del PSOE, que votó a su propio candidato. El escenario prefigura que habrá un gobierno regional socialista y esto imposibilita, de facto, el apoyo de UPN a la investidura de Sánchez, puesto que los navarros solo estaban dispuestos a darle su respaldo si obtenían el ejecutivo navarro.

El acuerdo levantó las previsibles ampollas en la derecha. El presidente del PP, Pablo Casado, acusó a Sánchez de estar dispuesto a ceder cualquier cosa para seguir en el Gobierno y juzgó el pacto como un c “pago al independentismo”. El líder de Cs, Albert Rivera, reprochó al PSOE por “boicotear el constitucionalismo” y “asociarse con los batasunos”.