El Gobierno comienza a cambiar de criterio sobre la conveniencia de llevar al Congreso sus presupuestos para el 2019 a sabiendas de que perderá esa importante batalla si las fuerzas independentistas siguen enrocadas en el no. El Ejecutivo admite ahora que se plantea renunciar. Estudia la posibilidad de no presentar las cuentas públicas para evitar la derrota parlamentaria y el desgaste que conllevaría para el presidente suspender en la asignatura más importante.

El cambio de criterio es, cuanto menos, llamativo. Hasta ahora el Gobierno señalaba que si se consumaba el peor escenario y ERC y PDECat no apoyaban los Presupuestos, Pedro Sánchez haría bandera de esa negativa. La estrategia pasaba por poner toda la presión sobre los independentistas y si aún así no cedían, vender la derrota en el Congreso con la épica de un presidente que intentó hasta el último instante tender puentes para aprobar medidas sociales en pos de la ciudadanía tras años de austericidio conservador. Ahora, el Gobierno empieza a matizar esa ruta, en gran medida por la erosión a la imagen de Sánchez.

«El tiempo se acaba. Seguimos trabajando para el sí de los grupos parlamentarios», señalan en la Moncloa, aunque dejan la puerta abierta a no presentar ni siquiera el proyecto si ERC y PDECat no se comprometen a apoyarlo. La reflexión queda abierta a interpretaciones, porque diciembre es solo el límite que se autoimpuso Sánchez para registrar los presupuestos. Mariano Rajoy, por ejemplo, aprobó los suyos en abril.

La impresión de que el Gobierno se encuentra en pleno viraje se vio reforzada por el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, desde Guatemala, donde acude con Sánchez a la Cumbre Iberoamericana. Ante la pregunta de si el Ejecutivo presentará los presupuestos aunque no tenga atados los apoyos parlamentarios, Borrell dijo: «No lo sé».

La posible renuncia irrita a Podemos. Sánchez los pactó con Pablo Iglesias, quien arrancó al presidente el compromiso de subir el salario mínimo a 900 euros. Ahora, los podemistas observan entre la perplejidad y un malestar creciente el viraje del Gobierno. A Iglesias ya no le gustó que el presidente reconociese en público que puede prorrogar las cuentas de Rajoy y continuar en la Moncloa. Opinó que, de ser así, debería convocar un adelanto electoral. La opción de que todo quede en papel mojado sin ser votado revuelve los ánimos y está por ver qué consecuencias en la relación entre PSOE y Podemos.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se desmarca sin embargo del viraje, apostando por la negociación y asegurando ser «optimista». «Esa no es una opción que se pueda poner encima de la mesa».